“¡La palabra cuando dice lo que es, es libertad!” Miguel de Unamuno.
“La lengua es vida, movimiento, y sus cambios, relacionados, sin duda, con el progreso que experimenta el mundo, permiten a los hablantes estar a la altura de los tiempo. Sí, la lengua es renovación constante, pero, también –como decía Àngel Battistessa–, civilidad decorosa. La corrección no se opone a su saludable y necesario desarrollo. Cometer errores por ignorancia o por indiferencia no significa contribuir a la evolución de nuestra lengua, sino aumentar las dificultades en el proceso de la comunicación. Los deslices en que, a veces, incurren los hablantes corroboran que no se ha trazado un camino desde la información hasta el conocimiento. No se trabaja en pro de la palabra, sino en detrimento de ella, en pro de su paulatino deterioro. Es hora, pues, de emprender una acción responsable contra todo lo que menoscaba tan precioso legado. El estímulo debe ser nuestra voluntad de cada día, de ahora, del año próximo, de siempre, pues voluntad es inteligencia, e inteligencia es voluntad. No olvidemos nunca que idioma es lo propio y, finalmente, lo que nos caracteriza y distingue. (…)
“Trabajar por la palabra es, también, trabajar por la vida, pues –según Pedro Salinas– el hombre que no conoce su lengua vive pobremente, vive a medias, aun menos. Si tomáramos conciencia de que al calor de las palabras va haciéndose nuestra vida, nuestra historia, nos entregaríamos más a su estudio y a su cuidado, para hablar y escribir mejor. No basta que nos entiendan. Debemos aspirar al ejercicio de un magisterio real, mediante el buen uso del idioma, en el periodismo, en la literatura, en las leyes, en los decretos, en la televisión, en la radio, en los mensajes publicitarios, en la escuela, en la oficina, en el seno de la familia y hasta en la calle. (…)
“El español –cabe recordarlo con orgullo– es hoy lengua universal. No es patrimonio de las Academias, sino de todos, y todos debemos tener la certeza de que un idioma bien hablado y bien escrito tiene valor para la vida y para el éxito en la vida, y que corrección no denota ley coercitiva o afán purista, sino signo de cultura, pues ésta jamás podrá llamase así sin un idioma que la revele cabalmente. Como nos advierte Manuel Alvar López, corrección significa servicio a ese bien común llamado lengua; y agrega: … hemos de llevar a la conciencia colectiva los principios de la corrección, válidos no porque sean correctos, sino porque, gracias a serlo, establecen una más fácil y amplia comprensión…
“La lengua que hablamos interesa a todos, en tanto hombres que disponemos de ese maravilloso instrumento de comunicación y de expresión. (…)
“Nuestro español es propiedad indivisa sobre la que todos tenemos los mismos derechos, pero, también, los mismos deberes. Y es deber de nuestro tiempo transmitir enriquecida esta preciada herencia.”
Prólogo del Diccionario de los usos correctos del español. María Luisa Olsen de Serrano Redonnet y Alicia María Zorrilla de Rodríguez. Editorial Estrada. Brasil. 1997.
“La lengua es vida, movimiento, y sus cambios, relacionados, sin duda, con el progreso que experimenta el mundo, permiten a los hablantes estar a la altura de los tiempo. Sí, la lengua es renovación constante, pero, también –como decía Àngel Battistessa–, civilidad decorosa. La corrección no se opone a su saludable y necesario desarrollo. Cometer errores por ignorancia o por indiferencia no significa contribuir a la evolución de nuestra lengua, sino aumentar las dificultades en el proceso de la comunicación. Los deslices en que, a veces, incurren los hablantes corroboran que no se ha trazado un camino desde la información hasta el conocimiento. No se trabaja en pro de la palabra, sino en detrimento de ella, en pro de su paulatino deterioro. Es hora, pues, de emprender una acción responsable contra todo lo que menoscaba tan precioso legado. El estímulo debe ser nuestra voluntad de cada día, de ahora, del año próximo, de siempre, pues voluntad es inteligencia, e inteligencia es voluntad. No olvidemos nunca que idioma es lo propio y, finalmente, lo que nos caracteriza y distingue. (…)
“Trabajar por la palabra es, también, trabajar por la vida, pues –según Pedro Salinas– el hombre que no conoce su lengua vive pobremente, vive a medias, aun menos. Si tomáramos conciencia de que al calor de las palabras va haciéndose nuestra vida, nuestra historia, nos entregaríamos más a su estudio y a su cuidado, para hablar y escribir mejor. No basta que nos entiendan. Debemos aspirar al ejercicio de un magisterio real, mediante el buen uso del idioma, en el periodismo, en la literatura, en las leyes, en los decretos, en la televisión, en la radio, en los mensajes publicitarios, en la escuela, en la oficina, en el seno de la familia y hasta en la calle. (…)
“El español –cabe recordarlo con orgullo– es hoy lengua universal. No es patrimonio de las Academias, sino de todos, y todos debemos tener la certeza de que un idioma bien hablado y bien escrito tiene valor para la vida y para el éxito en la vida, y que corrección no denota ley coercitiva o afán purista, sino signo de cultura, pues ésta jamás podrá llamase así sin un idioma que la revele cabalmente. Como nos advierte Manuel Alvar López, corrección significa servicio a ese bien común llamado lengua; y agrega: … hemos de llevar a la conciencia colectiva los principios de la corrección, válidos no porque sean correctos, sino porque, gracias a serlo, establecen una más fácil y amplia comprensión…
“La lengua que hablamos interesa a todos, en tanto hombres que disponemos de ese maravilloso instrumento de comunicación y de expresión. (…)
“Nuestro español es propiedad indivisa sobre la que todos tenemos los mismos derechos, pero, también, los mismos deberes. Y es deber de nuestro tiempo transmitir enriquecida esta preciada herencia.”
Prólogo del Diccionario de los usos correctos del español. María Luisa Olsen de Serrano Redonnet y Alicia María Zorrilla de Rodríguez. Editorial Estrada. Brasil. 1997.
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