jueves, 27 de octubre de 2011


Gabriela Villano coordina el ciclo:

“Colectivo de Cuentos”
(Narración oral para adultos)

Diferentes estilos y repertorios para alegrarte la tarde
con cuentos variados.

Próximas funciones:

Sábado 12 de noviembre a las 18:
Lili Bassi, Carlos Maps, Gaby Minardi y Gabriela Villano

Sábado 26 de noviembre a las 18:
Geraldine Ricau, Diana Tarnofky y Gabriela Villano

En Chalmers Resto bar
Niceto Vega 5248, (SUM del fondo)
Palermo Soho, CABA.

A la gorra

Reflexiones: A favor de la lectura lenta, olvidándonos del tiempo

Los métodos de lectura veloz no sirven para la literatura, según un escritor australiano.



Algo de esto se preguntaba el 16 de diciembre de 2009 en un blog del diario inglés The Guardian el escritor australiano Evan Maloney.


Maloney empezaba su artículo citando un caso extremo: el crítico Harold Bloom. Bloom decía que, en sus buenas épocas, podía leer hasta 1.000 páginas por hora. ¡Mil páginas por hora! "Podía haber digerido Jane Eyre durante la hora de almuerzo y todavía hubiera tenido tiempo para masticar la mitad del Ulises antes de volver a sus clases", se ríe Maloney.


Pero fuera de estos fenómenos, Maloney ofrece un dato: el lector medio avanza por la prosa a razón de 250-300 palabras por minuto, lo que no suele dar ni siquiera una página en el tiempo en que Bloom habría acabado 16. Y cuanto más rápido lee ese lector promedio, menos entiende. Para qué, se pregunta el autor, para qué apurarse en leer, salvo para fanfarronear de todo lo que se ha leído. La cuestión, entonces, será cómo se han leído esos libros, prestando cuánta atención.


"La mayoría de los cursos de lectura veloz le enseñan a la gente a leer las palabras sin formarse la imagen mental de los sonidos correspondientes", dice Maloney.


Hay otro tipo de método de lectura veloz, cuenta el australiano. Consiste en detectar las palabras clave de cada oración, de un golpe de vista, e ignorar las otras. Maloney dice que trató de hacerlo, leyendo Ana Karenina, de León Tolstoi. Especialmente en los pasajes en que uno de los personajes, Levin, despliega sus teorías. "Una parte de mi mente se concentraba en los pensamientos y acciones de Levin", dice. "Pero otra parte se dedicaba al proceso de lectura veloz. '¿Cuáles son las palabras clave?', me preguntaba". A veces, esta pregunta lo distraía completamente y Maloney notaba que había leído varios párrafos sin retener nada.


Claro, el problema es la noción de lectura veloz, de lectura de palabras clave, aplicado a la literatura.


¿Acaso los grandes novelistas del mundo pasaron años sufriendo por el tono y el ritmo de cada palabra para que un lector posmoderno, preocupado por hacer rendir su tiempo, pase por ellas en diagonal? "No creo", responde Maloney. "La lectura veloz puede ser una herramienta efectiva para documentos de trabajo, textos escolares y cartas de amor no correspondido, pero la prosa de la gran literatura debería ser saboreada ... ¿no? Parte del placer de la lectura viene de 'escuchar' a nuestro paladar psíquico pronunciando las palabras en el oído de la mente".


No se trata solamente, claro, de este placer estético. Además, si uno no es Harold Bloom, probablemente pierda gran parte del sentido de una obra si se apura por terminarla rápido. "Leer velozmente es como tratar de apreciar una vista de París andando por sus calles a 200 kilómetros por hora", dice Maloney.


Sí, termina Maloney esta es la era en que medimos la velocidad de una conexión a Internet en fracciones de segundo y expresamos sentimientos en SMS escribiendo cosas como "tkm" (te quiero mucho). "Pero no estoy convencido de que debamos ajustar nuestros hábitos de lectura a la velocidad de la vida moderna. En cambio, la lectura debería ser un placer en el que el tiempo se olvida, aunque sea por un momento".



Nota publicada en Clarín digital el 17 de diciembre de 2009. Clarin.com



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Dicen los que saben 53:

Frases de José Saramago:

El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje.

La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.

Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal.

Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay.


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Cuidemos el idioma 42

EL USO DE LA PALABRA `MATRIMONIO`

Estimado director de la Real Academia Española, me dirijo a usted porque supongo que debe ser la persona indicada para responder una duda que en estos últimos tiempos se ha convertido, para mí, en una verdadera obsesión: ¿quién es el dueño de las palabras? Esa es mi pregunta, tal vez le parezca a usted tonta, o ingenua, o inútil, pero hoy es ineludible. Y luego otras preguntas que aparecen por añadidura: ¿se paga para ser el dueño de una palabra?, ¿se compran las palabras?, ¿se venden?, ¿se apropian luego de una guerra, una invasión o una simple batalla?, ¿existe título de propiedad de las palabras como existe una escritura para un bien inmueble?

Si querés seguir leyendo esta nota de Claudia Piñeiro, hacé clic en:
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Beca FNA - cuentos en escuelas

Las Cuevas del Villano Juan
(Gabriela Villano, Raúl Cuevas y Juan Ignacio Jafella, becarios del Fondo Nacional de las Artes - FNA)

Hay novedades respecto de nuestro proyecto becado sobre narración oral para escuelas en:

Cine cuentero 29: Un oso rojo


Películas que hacen referencia a los narradores orales o al arte de narrar.


Un oso rojo es una película argentina de 2002 escrita y dirigida por Adrián Caetano (Bolivia), protagonizada por Julio Chávez, Soledad Villamil y Luis Machín.

Esta cinta, que algunos han calificado como un western argentino, cuenta la historia del Oso (Julio Chávez), preso por robo y homicidio, que cuando sale de la cárcel encuentra que su esposa (Soledad Villamil) y su hija, que ya no lo recuerda, viven ahora con otro hombre (Luis Machín). Esta es una historia de perdedores ambientada a fines de la década de los 90 en La Matanza, tierra de nadie, el Lejano Oeste de Buenos Aires, el Far West, como dice el hampón del Turco (el mago René Lavand, en un papel estupendo). Es un drama sobre la venganza, la justicia y la redención. El Oso, un héroe al estilo John Wayne o Clint Eastwood, vuelve al barrio a reclamar lo que le pertenece, su familia y su parte del botín que retiene el mafioso del Turco (aclaramos que estamos hablando del personaje de esta película, no del que ocupó el sillón presidencial en la Argentina el siglo pasado).

En una escena, Natalia (Soledad Villamil), al ex esposa del Oso, le lee un cuento a su hija antes de dormir, y elige “Las medias de los flamencos”, de Horacio Quiroga (del libro Cuentos de la selva, de 1918), historia que explica por qué los flamencos tienen las patas rojas. Aunque no se trata estrictamente de una escena de narración oral, sino de lectura en voz alta, creímos atinado incluir esta película en esta sección por este ritual entre madre e hija y por el significado del cuento en la trama. Y ya que estamos hablando de la lectura, es conmovedor ver los esfuerzos de la chiquita por aprender a leer en voz alta con los clasificados del diario, único material de lectura a su alcance. Sabe, porque la maestra se lo ha dicho, que debe aprender a leer para poder aprender y, quizás, ser alguien en ese mundo sin demasiadas esperanzas en el que habita.

En el blog “Adrián Caetano” (http://adriancaetano.wordpress.com/category/notas/un-oso-rojo/) se interpreta la relación que existe entre la trama de la película y el cuento de Quiroga: “Otro punto a desarrollar es que Adrián Caetano se basa en el cuento de Horacio Quiroga ‘Las medias de los flamencos’ para hacer la película. (…) Otra relación que se puede hacer (entre el cuento y la trama cinematográfica) es el querer entrar en un grupo y no poder. El querer entrar en el sistema. Los flamencos quieren ser uno más de la fiesta, pertenecer al grupo, y no ser los tontos que no bailan por no llevar nada nuevo y, a partir de eso, ser excluidos. En relación, el personaje de la película, cuando sale de la cárcel, quiere empezar a trabajar, para cambiar la situación que vivía. Pero se da cuenta de que el ambiente que lo rodea es el mismo que frecuentaba antes y que todo lo lleva a que la única salida sea robar, ya que no había proyectos para él.” Y por eso el Oso, a quien la cárcel no le quitó el veneno, tiene que seguir en movimiento, a pesar del amor y el deseo de protección que siente por su hijita. Debe moverse como los flamencos del cuento, que deben seguir bailando sin parar para no morir por el veneno de las víboras.

Si quieren leer el cuento de Horacio Quiroga:


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