Un enfoque biológico para la interacción, a veces, complicada entre estos dos seres. ¿Cómo nos relacionamos? ¿Qué hacemos? ¿Qué no hacemos?
Como la Madre Naturaleza es más sabia que yo (gracias a Dios), quisiera proponer esta reflexión basada en un enfoque orgánico y biológico. A mí me está dando buenos resultados al tratar este tema, en ocasiones, tan conflictivo para los escritores y narradores orales.
En el campo de la biología, la simbiosis es un tipo de interacción en la cual una especie no puede vivir sin la otra, es decir, hay dos organismos que se benefician mutuamente al relacionarse entre sí. Esta asociación es ventajosa y, a veces, necesaria para la supervivencia de las dos especies. No es perjudicial ni dañina para ninguna de las dos. Un ejemplo típico de simbiosis, que ustedes seguramente recordarán de la escuela, es la relación entre la anémona de mar y el cangrejo ermitaño (no sé por qué me siento identificada con este último bichito cuando escribo).
Si extendemos este concepto de simbiosis al mundo de la escritura y de la narración oral (el ecosistema de la palabra), veremos que ahí también se puede aplicar. Y con éxito. Los escritores necesitamos que nuestras obras se divulguen. (¿Les dije que el señor Perogrullo es pariente mío, no?) Nadie escribe un texto para ocultarlo en un cajón, sino para someterlo a la consideración del receptor (lector) en un acto de arrojo y humildad. Los contadores de cuentos ayudamos a la difusión de la obra del escritor al introducir ciertos cuentos literarios en nuestro repertorio. Por mi experiencia como escritora y narradora oral, mis cuentos sueltos ruedan más rápido y llegan más lejos a través del aire. Parece ser que el libro de papel tarda más en desplazarse.
Digo yo, ¿por qué no aprovechar y hacer una simbiosis? Dentro de ciertos límites, por supuesto, establecidos por el código de ética de la narración oral y las normas de conducta de los contadores de cuentos al adaptar un texto escrito a la oralidad. Aquellos interesados pueden leer reflexiones al respecto en este blog, tituladas Adaptación de textos escritos para la oralidad y ¿Querrá esta autora que otros narren sus cuentos?
Como el desconocimiento infunde temor y rechazo, sería conveniente que los escritores (tal vez con la ayuda de los contadores de cuentos) se interiorizaran en el arte de narrar, sus técnicas y filosofía. No estoy postulando que los escritores se transformen también en narradores orales, pero si quieren hacerlo, créanme, hasta les puede mejorar la pluma. No todo escritor, por el mero hecho de haber redactado su historia, está capacitado para leer su texto en voz alta y, menos, para narrarlo oralmente en escena ante una audiencia. Como es necesario aprender a escribir bien, también se necesita aprender a narrar bien, más allá de la facilidad o aptitudes que uno traiga desde la cuna. Los contadores de cuentos pueden ser una herramienta de difusión y una estrategia de marketing fabulosas para un autor.
Aquí hago una digresión y les comento que, de tanto andar por la biosfera palabrera, tengo el olfato desarrollado para darme cuenta de cuándo un contador de cuentos también es escritor, aunque no lo divulgue abiertamente. Cuando un narrador oral termina de contar su cuento en escena ante su público, y además de decir el título del relato y el nombre del autor (como buen profesional que es), comenta en qué libro está ese cuento, entonces apuesto plata a que también es escritor. Es una especie de deformación profesional relacionada con la difusión del libro, que aparece hasta cuando se narran cuentos ajenos. Presten atención y se van a dar cuenta de este detalle revelador.
Ya que estamos, hay un aspecto de la simbiosis que vale la pena recalcar. Algunos docentes de narración oral y talleristas a veces me preguntan si pueden usar mis libros como bibliografía para sus clases. Yo les digo que sí, por supuesto, pero con una condición. Si quieren entregar material a sus alumnos, no hay problema en que fotocopien un cuento de alguno de mis libros, citando título de la obra, nombre del autor y, en lo posible, editorial y año de edición (como corresponde con cualquier cita bibliográfica). Pero solo un cuento por libro, no más. ¿Por qué? Fotocopiar mata al libro y, por ende, mata al escritor. Lamentablemente, vivimos en una economía capitalista; si un autor no vende mucho, no resulta una inversión atractiva para que las editoriales lo sigan publicando. Y ese autor no puede seguir escribiendo. Es duro y triste, pero el mercado es así. Y si los escritores nos morimos, los narradores orales nos vamos a quedar cada vez con menos fuentes donde encontrar repertorio y alimento. Aclaro que siempre hay ediciones económicas y accesibles dando vueltas por ahí.
Por supuesto, para honrar la simbiosis, los escritores también deberíamos facilitarle la vida a los narradores orales, manteniendo canales abiertos de comunicación, sin poner trabas innecesarias producidas por el miedo o el desconocimiento, por la convicción literaria de que sólo el autor origina la única versión autorizada del relato o, sencillamente, por un ego demasiado inflado. Los narradores orales también deberíamos comportarnos como profesionales y tomarnos nuestro arte en serio, si queremos que esta disciplina que amamos sea respetada y no bastardeada. La jerarquización de una profesión (escritura o narración oral) se consigue a través de la conducta, de la praxis, de los actos responsables. Los escritores también tendríamos que contribuir a “alisar” los trámites que los contadores de cuentos profesionales hacen ante Argentores, con el tema de la autorización del autor, por ejemplo. En suma, interacción y dependencia mutua entre estos dos organismos palabreros, para beneficio de ambas partes.
La simbiosis es un resultado impuesto por la evolución. Desarrollarnos es llegar cada vez a más personas con nuestras historias. Mi postura está basada en la tarea en equipo, en una buena predisposición, apertura y generosidad mutuas, dentro del campo de la buena fe y de la responsabilidad. Después de todo, la vida no se hizo para combatir ni para dividir, sino para trabajar unidos.
(c) Gabriela Villano.
2007
Como la Madre Naturaleza es más sabia que yo (gracias a Dios), quisiera proponer esta reflexión basada en un enfoque orgánico y biológico. A mí me está dando buenos resultados al tratar este tema, en ocasiones, tan conflictivo para los escritores y narradores orales.
En el campo de la biología, la simbiosis es un tipo de interacción en la cual una especie no puede vivir sin la otra, es decir, hay dos organismos que se benefician mutuamente al relacionarse entre sí. Esta asociación es ventajosa y, a veces, necesaria para la supervivencia de las dos especies. No es perjudicial ni dañina para ninguna de las dos. Un ejemplo típico de simbiosis, que ustedes seguramente recordarán de la escuela, es la relación entre la anémona de mar y el cangrejo ermitaño (no sé por qué me siento identificada con este último bichito cuando escribo).
Si extendemos este concepto de simbiosis al mundo de la escritura y de la narración oral (el ecosistema de la palabra), veremos que ahí también se puede aplicar. Y con éxito. Los escritores necesitamos que nuestras obras se divulguen. (¿Les dije que el señor Perogrullo es pariente mío, no?) Nadie escribe un texto para ocultarlo en un cajón, sino para someterlo a la consideración del receptor (lector) en un acto de arrojo y humildad. Los contadores de cuentos ayudamos a la difusión de la obra del escritor al introducir ciertos cuentos literarios en nuestro repertorio. Por mi experiencia como escritora y narradora oral, mis cuentos sueltos ruedan más rápido y llegan más lejos a través del aire. Parece ser que el libro de papel tarda más en desplazarse.
Digo yo, ¿por qué no aprovechar y hacer una simbiosis? Dentro de ciertos límites, por supuesto, establecidos por el código de ética de la narración oral y las normas de conducta de los contadores de cuentos al adaptar un texto escrito a la oralidad. Aquellos interesados pueden leer reflexiones al respecto en este blog, tituladas Adaptación de textos escritos para la oralidad y ¿Querrá esta autora que otros narren sus cuentos?
Como el desconocimiento infunde temor y rechazo, sería conveniente que los escritores (tal vez con la ayuda de los contadores de cuentos) se interiorizaran en el arte de narrar, sus técnicas y filosofía. No estoy postulando que los escritores se transformen también en narradores orales, pero si quieren hacerlo, créanme, hasta les puede mejorar la pluma. No todo escritor, por el mero hecho de haber redactado su historia, está capacitado para leer su texto en voz alta y, menos, para narrarlo oralmente en escena ante una audiencia. Como es necesario aprender a escribir bien, también se necesita aprender a narrar bien, más allá de la facilidad o aptitudes que uno traiga desde la cuna. Los contadores de cuentos pueden ser una herramienta de difusión y una estrategia de marketing fabulosas para un autor.
Aquí hago una digresión y les comento que, de tanto andar por la biosfera palabrera, tengo el olfato desarrollado para darme cuenta de cuándo un contador de cuentos también es escritor, aunque no lo divulgue abiertamente. Cuando un narrador oral termina de contar su cuento en escena ante su público, y además de decir el título del relato y el nombre del autor (como buen profesional que es), comenta en qué libro está ese cuento, entonces apuesto plata a que también es escritor. Es una especie de deformación profesional relacionada con la difusión del libro, que aparece hasta cuando se narran cuentos ajenos. Presten atención y se van a dar cuenta de este detalle revelador.
Ya que estamos, hay un aspecto de la simbiosis que vale la pena recalcar. Algunos docentes de narración oral y talleristas a veces me preguntan si pueden usar mis libros como bibliografía para sus clases. Yo les digo que sí, por supuesto, pero con una condición. Si quieren entregar material a sus alumnos, no hay problema en que fotocopien un cuento de alguno de mis libros, citando título de la obra, nombre del autor y, en lo posible, editorial y año de edición (como corresponde con cualquier cita bibliográfica). Pero solo un cuento por libro, no más. ¿Por qué? Fotocopiar mata al libro y, por ende, mata al escritor. Lamentablemente, vivimos en una economía capitalista; si un autor no vende mucho, no resulta una inversión atractiva para que las editoriales lo sigan publicando. Y ese autor no puede seguir escribiendo. Es duro y triste, pero el mercado es así. Y si los escritores nos morimos, los narradores orales nos vamos a quedar cada vez con menos fuentes donde encontrar repertorio y alimento. Aclaro que siempre hay ediciones económicas y accesibles dando vueltas por ahí.
Por supuesto, para honrar la simbiosis, los escritores también deberíamos facilitarle la vida a los narradores orales, manteniendo canales abiertos de comunicación, sin poner trabas innecesarias producidas por el miedo o el desconocimiento, por la convicción literaria de que sólo el autor origina la única versión autorizada del relato o, sencillamente, por un ego demasiado inflado. Los narradores orales también deberíamos comportarnos como profesionales y tomarnos nuestro arte en serio, si queremos que esta disciplina que amamos sea respetada y no bastardeada. La jerarquización de una profesión (escritura o narración oral) se consigue a través de la conducta, de la praxis, de los actos responsables. Los escritores también tendríamos que contribuir a “alisar” los trámites que los contadores de cuentos profesionales hacen ante Argentores, con el tema de la autorización del autor, por ejemplo. En suma, interacción y dependencia mutua entre estos dos organismos palabreros, para beneficio de ambas partes.
La simbiosis es un resultado impuesto por la evolución. Desarrollarnos es llegar cada vez a más personas con nuestras historias. Mi postura está basada en la tarea en equipo, en una buena predisposición, apertura y generosidad mutuas, dentro del campo de la buena fe y de la responsabilidad. Después de todo, la vida no se hizo para combatir ni para dividir, sino para trabajar unidos.
(c) Gabriela Villano.
2007
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1 comentario:
invitenla a la feria dl libro.
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