Películas que hacen referencia a los contadores de cuentos o al arte de narrar.
Los sospechosos de siempre (The usual suspects) es una película que se estrenó en Argentina en 1996, dirigida por Bryan Singer. Una joyita. Cuenta la historia de un tal Roger “Verbal” Kint (Kevin Spacey), un delincuente de poca monta que está siendo interrogado en una comisaría por una masacre e incendio a bordo de un buque en un puerto de Los Angeles. Como ya han pasado muchos años y esta película se ha transformado en un clásico, no considero injusto revelar ciertos detalles de la trama. Verbal (nunca mejor puesto un apodo) le cuenta al detective que lo interroga acerca del cerebro detrás de semejante baño de sangre en el puerto: un tal Keyser Soze que, en el mundo del crimen organizado, sería algo así como el cuco más tenebroso, temido hasta por los delincuentes más recalcitrantes.
Verbal hace una narración de los hechos en la oficina del detective encargado del caso, como si le estuviera contando un cuento a una sola persona (los espectadores vemos flashbacks con el relato). Una vez terminada su declaración, le conceden inmunidad policial en su carácter de testigo protegido, y Verbal se marcha. Al final de la película, cuando abandona la comisaría, el detective (y nosotros) nos damos cuenta de algo (y la verdad nos cae encima como un edificio): Verbal “narró a título”. Si no saben lo que esto significa, pregúntenle a Alberto Lucero, de La Kuentera o a Vivi García, de la Manzana de las Luces. El detective, de pronto, comienza a notar ciertos detalles de la historia de Verbal que aparecen reflejados en determinados objetos que tiene en su oficina y sobre su escritorio. Esos objetos le sirvieron a Verbal (nunca mejor puesto el apodo, dije) para inventar el cuento que le “vendió” al detective. Para improvisar su relato, usó un cuadro en la pared, una cajita sobre el escritorio del policía, la marca de las tazas en las que los dos habían estado tomando café. Narró “a título” y con solidez, según lo que le inspiraba el entorno en ese momento. Y hay que volver a ver la película, para detectar las pistas sutiles del relato que pasamos por alto la primera vez. Todo está bien visible, sólo que uno no lo percibió. A propósito, aquellos que saben inglés, elijan la versión subtitulada, no la doblada al castellano; oigan y escuchen.
Verbal Kint es la única fuente de información en toda la película; solo podemos ¿confiar? en él para tener un punto de vista sobre los hechos sucedidos. Es un mentiroso consumado, un artista de la improvisación oral. ¿Acabamos de ver una gran mentira? ¿Un engaño de principio a fin? ¿A un cuentero, en el sentido peyorativo del término?
De acuerdo con el director de la película, “söze” en turco significa “hablador”, “parlanchín”. Si lo sumamos a la transliteración turca del término alemán “kaiser”, según Bryan Singer, nos da que “Keyser Soze” es un “rey oral”. En suma, un mago palabrero.
Los sospechosos de siempre (The usual suspects) es una película que se estrenó en Argentina en 1996, dirigida por Bryan Singer. Una joyita. Cuenta la historia de un tal Roger “Verbal” Kint (Kevin Spacey), un delincuente de poca monta que está siendo interrogado en una comisaría por una masacre e incendio a bordo de un buque en un puerto de Los Angeles. Como ya han pasado muchos años y esta película se ha transformado en un clásico, no considero injusto revelar ciertos detalles de la trama. Verbal (nunca mejor puesto un apodo) le cuenta al detective que lo interroga acerca del cerebro detrás de semejante baño de sangre en el puerto: un tal Keyser Soze que, en el mundo del crimen organizado, sería algo así como el cuco más tenebroso, temido hasta por los delincuentes más recalcitrantes.
Verbal hace una narración de los hechos en la oficina del detective encargado del caso, como si le estuviera contando un cuento a una sola persona (los espectadores vemos flashbacks con el relato). Una vez terminada su declaración, le conceden inmunidad policial en su carácter de testigo protegido, y Verbal se marcha. Al final de la película, cuando abandona la comisaría, el detective (y nosotros) nos damos cuenta de algo (y la verdad nos cae encima como un edificio): Verbal “narró a título”. Si no saben lo que esto significa, pregúntenle a Alberto Lucero, de La Kuentera o a Vivi García, de la Manzana de las Luces. El detective, de pronto, comienza a notar ciertos detalles de la historia de Verbal que aparecen reflejados en determinados objetos que tiene en su oficina y sobre su escritorio. Esos objetos le sirvieron a Verbal (nunca mejor puesto el apodo, dije) para inventar el cuento que le “vendió” al detective. Para improvisar su relato, usó un cuadro en la pared, una cajita sobre el escritorio del policía, la marca de las tazas en las que los dos habían estado tomando café. Narró “a título” y con solidez, según lo que le inspiraba el entorno en ese momento. Y hay que volver a ver la película, para detectar las pistas sutiles del relato que pasamos por alto la primera vez. Todo está bien visible, sólo que uno no lo percibió. A propósito, aquellos que saben inglés, elijan la versión subtitulada, no la doblada al castellano; oigan y escuchen.
Verbal Kint es la única fuente de información en toda la película; solo podemos ¿confiar? en él para tener un punto de vista sobre los hechos sucedidos. Es un mentiroso consumado, un artista de la improvisación oral. ¿Acabamos de ver una gran mentira? ¿Un engaño de principio a fin? ¿A un cuentero, en el sentido peyorativo del término?
De acuerdo con el director de la película, “söze” en turco significa “hablador”, “parlanchín”. Si lo sumamos a la transliteración turca del término alemán “kaiser”, según Bryan Singer, nos da que “Keyser Soze” es un “rey oral”. En suma, un mago palabrero.
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