¿Qué es la calidad? ¿Qué es lo bueno?
“El enigma de la calidad en el arte nos enfrenta con otra palabra que, de alguna manera, está fuera de actualidad y que, por lo tanto, suena un poco rara: la belleza.(...) Tenemos que vivir exactamente en el punto de equilibrio de una equivalencia entre el libre fluir del impulso y las constantes pruebas y búsquedas de la calidad. Con muy poco juicio, producimos cosas inservibles. Con demasiado juicio, nos bloqueamos.
(...)
“No hace falta decir que hay múltiples visiones de la realidad, innumerables definiciones de lo que es bueno o valioso o bello, que difieren de persona a persona y de momento a momento para una misma persona. Una obra de arte puede contener material feo o áspero y, sin embargo, conmovernos profundamente. Una obra de arte puede estar hecha en forma exquisita, poseer belleza sensual y expresar la verdad, y, sin embargo, ser insípida.
(...)
“Algo que caracteriza al buen poema, novela, sinfonía o pintura es que genera innumerables interpretaciones ... personas diferentes los ven de manera distinta, y la misma persona los ve de manera diferente en distintas ocasiones. La centésima vez que disfruto de una obra de arte que me gusta sigo encontrándole algo nuevo, porque yo he cambiado y porque hay cierta vastedad o multiplicidad en el arte que puede resonar con las cambiantes versiones de mí mismo. Más que hablar de belleza o de calidad, creo que habría que hablar de bellezas o calidades.
(...)
“Observen, y ésta es una de las tensiones esenciales, que la elegancia o economía de expresión es lo opuesto a los excesos de la naturaleza y de la imaginación. Ambas tendencias contribuyen a lo artístico en nuestro trabajo.
(...)
“Para que haya arte tiene que haber (...) un vínculo con la realidad emocional que es la experiencia compartida del artista y el público.
“Nuevamente reiteramos que la belleza no tiene por qué ser hermosa o agradable.
(...)
“La calidad, la belleza (...) no pueden definirse, pero pueden reconocerse. Se reconocen cuando nuestro ser resuena con el objeto. (...) Las obras de arte (...) tienen que ver con el intercambio, o tal vez son ellas mismas el medio para el intercambio, entre lo poco que sabemos y lo mucho que somos.
(...)
“Se nos caen las lágrimas en ciertos momentos de las películas o las obras teatrales, incluso las que no se consideran artísticas, cuando algo ‘nos toca un resorte’. Esta metáfora es exacta, porque se refiere al fenómeno de resonancia o vibración comprensiva. (...) Sentir resonancia es un síntoma seguro de identidad con aquello que canta. La calidad es el reconocimiento de lo que Gregory Bateson llamó ‘el patrón que conecta’.
“Hay algo biológico en el arte y en el reconocimiento de la belleza y la calidad. (...). Con ‘biológico’ quiero decir que (...) somos lo suficientemente ricos y adultos como para resonar o vibrar en presencia de otra cosa que, a su modo, también está viva. Cuando el arte está vivo resuena comprensivamente con el corazón. Cuando el conocimiento está vivo resuena comprensivamente con la estructura profunda del mundo.
(...)
“No hace falta que usted altere su voz para agradar a los otros, ni tampoco para diferenciarse de los otros. La calidad surge de la resonancia con la verdad interna y es reconocida por ella.”
Stephen Nachmanovitch (1950), violinista, compositor, escritor y educador. Free play: la improvisación en la vida y en el arte. Paidós. 2006.
“El enigma de la calidad en el arte nos enfrenta con otra palabra que, de alguna manera, está fuera de actualidad y que, por lo tanto, suena un poco rara: la belleza.(...) Tenemos que vivir exactamente en el punto de equilibrio de una equivalencia entre el libre fluir del impulso y las constantes pruebas y búsquedas de la calidad. Con muy poco juicio, producimos cosas inservibles. Con demasiado juicio, nos bloqueamos.
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“No hace falta decir que hay múltiples visiones de la realidad, innumerables definiciones de lo que es bueno o valioso o bello, que difieren de persona a persona y de momento a momento para una misma persona. Una obra de arte puede contener material feo o áspero y, sin embargo, conmovernos profundamente. Una obra de arte puede estar hecha en forma exquisita, poseer belleza sensual y expresar la verdad, y, sin embargo, ser insípida.
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“Algo que caracteriza al buen poema, novela, sinfonía o pintura es que genera innumerables interpretaciones ... personas diferentes los ven de manera distinta, y la misma persona los ve de manera diferente en distintas ocasiones. La centésima vez que disfruto de una obra de arte que me gusta sigo encontrándole algo nuevo, porque yo he cambiado y porque hay cierta vastedad o multiplicidad en el arte que puede resonar con las cambiantes versiones de mí mismo. Más que hablar de belleza o de calidad, creo que habría que hablar de bellezas o calidades.
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“Observen, y ésta es una de las tensiones esenciales, que la elegancia o economía de expresión es lo opuesto a los excesos de la naturaleza y de la imaginación. Ambas tendencias contribuyen a lo artístico en nuestro trabajo.
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“Para que haya arte tiene que haber (...) un vínculo con la realidad emocional que es la experiencia compartida del artista y el público.
“Nuevamente reiteramos que la belleza no tiene por qué ser hermosa o agradable.
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“La calidad, la belleza (...) no pueden definirse, pero pueden reconocerse. Se reconocen cuando nuestro ser resuena con el objeto. (...) Las obras de arte (...) tienen que ver con el intercambio, o tal vez son ellas mismas el medio para el intercambio, entre lo poco que sabemos y lo mucho que somos.
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“Se nos caen las lágrimas en ciertos momentos de las películas o las obras teatrales, incluso las que no se consideran artísticas, cuando algo ‘nos toca un resorte’. Esta metáfora es exacta, porque se refiere al fenómeno de resonancia o vibración comprensiva. (...) Sentir resonancia es un síntoma seguro de identidad con aquello que canta. La calidad es el reconocimiento de lo que Gregory Bateson llamó ‘el patrón que conecta’.
“Hay algo biológico en el arte y en el reconocimiento de la belleza y la calidad. (...). Con ‘biológico’ quiero decir que (...) somos lo suficientemente ricos y adultos como para resonar o vibrar en presencia de otra cosa que, a su modo, también está viva. Cuando el arte está vivo resuena comprensivamente con el corazón. Cuando el conocimiento está vivo resuena comprensivamente con la estructura profunda del mundo.
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“No hace falta que usted altere su voz para agradar a los otros, ni tampoco para diferenciarse de los otros. La calidad surge de la resonancia con la verdad interna y es reconocida por ella.”
Stephen Nachmanovitch (1950), violinista, compositor, escritor y educador. Free play: la improvisación en la vida y en el arte. Paidós. 2006.
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