sábado, 6 de octubre de 2007

Cine cuentero 7: Oldboy (2003)

Esta película coreana de suspenso, mezcla de policial negro, tragedia griega y drama psicológico, fue dirigida por Chan-wook Park y se estrenó en Argentina a fines de 2005. Contiene, a mi criterio, un par de temas que, indirecta y oblicuamente, tocan al narrador oral y a su quehacer responsable.

La película cuenta la historia de un hombre común y corriente llamado Oh Dae-su (Choi Min-sik), quien un día es secuestrado y encerrado en una “prisión privada”, no estatal. Empieza raro. Sigue peor. El cautiverio dura 15 años, y nadie conoce el motivo ni la identidad del captor. Luego, Oh Dae-su es liberado sin ningún motivo aparente, se le da un celular y dinero, y cinco días para descubrir por qué se lo encerró y quién lo hizo. Si no lo hace, algo malo le pasará.

El film en sí comienza con un hombre a punto de suicidarse, suspendido sobre el vacío, sentado en el borde de la terraza de un edificio y abrazando a su perrito blanco y espumoso (precioso el bichito). Hay otro hombre en esa terraza, un Oh Dae-su recién liberado de su cautiverio y que no ha interactuado con ningún ser humano en 15 años, a pesar de que su nombre significa “relacionándose con gente”. Oh Dae-su sostiene al suicida de la corbata e impide que se mate, no por consideraciones morales, éticas o humanitarias, sino porque necesita que alguien escuche su historia. ¿Me siguen? Si no hay audiencia, si no hay interlocutor, no hay posibilidad de relato, no hay narrador oral.

Oh Dae-su le cuenta su historia al suicida en la terraza En realidad, lo obliga, al atraparlo de la corbata y postergar su muerte. Si esa no es una “audiencia cautiva”, ¿la audiencia cautiva dónde está? (perdón por el chascarrillo). Luego, Oh Dae-su se marcha, haciendo caso omiso a los ruegos del suicida para que se quede y escuche la historia que él tiene para contarle a cambio. Al verse abandonado y silenciado, el desesperado se arroja del edificio y se mata, junto con su mascota.

Entre paréntesis, admito que esa parte me enfureció, el caniche no tenía por qué morir. Ya que estamos, los amantes de los animales cierren los ojos más adelante, en la escena del pulpito de verdad en el restaurante. (Sí, es esa película, la del pulpo.)

El film usa como plataforma de lanzamiento el tema de la venganza al estilo de El conde de Montecristo, para luego apartarse de esa línea y desembocar en una tragedia griega clásica, después de pasar por un policial negro, en el cual hay que descubrir un enigma. De paso, el director enfoca ciertos temas muy inmorales que mucha gente, y películas, no quieren tocar, pero los usa para crear un drama conmovedor y extremo, que no deja al espectador impávido. Hay mucha violencia gráfica, pero una parte se muestra fuera de escena, lejos de los ojos del espectador, quien sólo se la imagina a partir de lo sugerido en la pantalla, lo cual es mucho peor. Hay también algunas escenas gráficas de sexo, pero no gratuitas; sólo se incluyen para realzar la tragedia (y la sorpresa repulsiva) del final, que horroriza íntimamente al espectador. Y no exagero al decir tragedia, porque el héroe es un alienado vengativo y violentísimo; y el villano Woo-jin (Ji-tae Yu) es un lunático sádico, perverso, también vengativo y dolorido como el protagonista (¿les dije que los villanos me caen simpáticos?).

¿Y qué es lo que genera la tragedia, en última instancia? El defecto trágico del héroe: Oh Dae-su habla demasiado. Y cuando estaba en el colegio secundario, le contó lo que no debía a quien no debía, sin tener conciencia de lo que estaba contando. ¿Ya se están dando cuenta de por qué esta película figura en esta sección?

Cerca del final, nos enteramos de que no fue el pene del villano el que embarazó a una chica, sino la lengua del héroe. Al contar, un Oh Dae-su inconsciente echó a rodar una historia, que se deformó y se magnificó fuera de toda proporción, se transformó en verdad y condujo al suicidio de una adolescente.

Todas las deudas pendientes se pagan, sin importar los años que deban pasar para su satisfacción. Oh Dae-su paga por su pecado. “Esta boca es mía”, y él se hace cargo, para tratar de evitar una tragedia aún mayor que lo afectará aún más personalmente (el villano es muy inteligente y hábil para tender su trampa de venganza). Oh Dae-su se corta la lengua, para no seguir contando lo que no debe, después de enfrentar sus demonios privados y una revelación terrible que lo enloquece aún más (si es posible). Luego, Oh Dae-su le cuenta su historia a otra persona en una carta, por no tener otra manera de hacerlo.

Esta no es una película para cualquiera, es muy retorcida, complicada y tiene una locura poética y un estilo muy particulares. Analiza el dolor emocional, al mismo tiempo que entretiene, y enfoca un tema tabú, que puede ofender a mucha gente y que no les voy a contar (el simbolismo de la lengua, asiento de la palabra, es muy fuerte para un narrador oral). La resolución de la trama es extrema, porque toda la película se pasea por el extremo. Y encima, tiene un final abierto y ambiguo, que da para muchas interpretaciones. Una joyita.

Narradores orales, queridos lenguachudos profesionales, me parece que uno debería tener conciencia de lo que cuenta, cómo lo cuenta, por qué y para qué lo cuenta y a quién se lo cuenta, ¿no? Los dejo con la inquietud de Oldboy. Gracias.


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