¿Por qué es necesario hablar y escribir bien?
Cualquiera sabe lo importante que es estimular el desarrollo del lenguaje y del vocabulario porque, en la medida en que las personas enriquezcan su creatividad y su fantasía, podrán desarrollar análisis crítico y síntesis para resolver sus problemas cotidianos.
He conocido a muchas personas de cualquier edad que sufren las carencias de una comunicación pobre y restringida. La palabra abre caminos, crea oportunidades en la vida. ¡Hay que aprovecharla!
Imagínense por un momento que son el jefe de personal de una empresa y que están a cargo de la selección de un profesional para un puesto importante en los estratos gerenciales medios de la organización. ¿Le prestarían atención a un postulante que presenta un currículum con errores de ortografía? Yo no. Estoy buscando un profesional, no un cuasi analfabeto que no sabe ni escribir. ¿Cómo va a redactar los informes? ¿Cómo se va a expresar en las reuniones dentro y fuera de la empresa? ¿Cómo nos va a hacer quedar? Cualquier jefe de personal medianamente sensato se hace estas preguntas.
Una vez me encontré con una licenciada en Relaciones Internacionales (este es un título universitario en la Argentina) quien, muy suelta de cuerpo, una vez redactó: “Fuimos a el aeropuerto” (sic). Creo que las únicas contracciones que conoció esta mujer fueron las que tuvo al parir a sus hijos. Un abogado, al escribir sobre lo difusa y complicada que se había tornado una cuestión, comentó que el tema de debate, con tantas conversaciones, idas y vueltas, “se había perdido en la lontanancia” (sic). En la lontananza habría que perderlo a él. Bien lejos. ¿Si contrataran personal o servicios, tendrían ganas de pagarles a expertos así? ¿Qué imagen da uno en estos casos? ¿Se han puesto a pensarlo?
Les aclaro que mi abuela materna no sabía si una palabra iba con “g” o con “j” y, a veces, se confundía la “c” con la “s”. Ella solo había ido a una escuela rural primaria cuando podía, montada en un caballo que compartía con los hermanos. Pero acá estamos hablando de graduados universitarios, no de una operaria textil de una fábrica (con todo el respeto que me merecen los obreros). Y lo que mi abuela no pudo hacer por ella, lo hizo por la hija: la mandó a estudiar el Magisterio. Cualquiera puede mejorarse, con un poquito de esfuerzo, eso sí. Eso me enseñaron mis raíces que se bajaron de los barcos.
Imagínense por un momento que llaman por teléfono a una empresa y la persona del conmutador, al atenderlos, pronuncia mal las palabras o las usa mal, se traga las “s” y delicias así. ¿Qué impresión causa esa empresa? ¿Contratarían sus servicios? ¿Le pagarían a gente así?
En el mundo en el que vivimos, si uno no habla bien, si no se expresa correctamente, parece que no existe. Nadie le presta atención. Es importante trabajar con la palabra oral, tan intangible, liviana, fugaz y viva, y también con ese algo duradero, inmóvil y rígido que es la letra impresa, que es buena y hay que saber utilizar. Si no, nos va a resultar muy difícil desarrollar nuestro propio potencial como seres humanos.
Si podés soñarlo, podrás hacerlo. Y las palabras nos pueden ayudar a imaginar a la persona en que soñábamos convertirnos. Por algo hay que cuidarlas.
Cualquiera sabe lo importante que es estimular el desarrollo del lenguaje y del vocabulario porque, en la medida en que las personas enriquezcan su creatividad y su fantasía, podrán desarrollar análisis crítico y síntesis para resolver sus problemas cotidianos.
He conocido a muchas personas de cualquier edad que sufren las carencias de una comunicación pobre y restringida. La palabra abre caminos, crea oportunidades en la vida. ¡Hay que aprovecharla!
Imagínense por un momento que son el jefe de personal de una empresa y que están a cargo de la selección de un profesional para un puesto importante en los estratos gerenciales medios de la organización. ¿Le prestarían atención a un postulante que presenta un currículum con errores de ortografía? Yo no. Estoy buscando un profesional, no un cuasi analfabeto que no sabe ni escribir. ¿Cómo va a redactar los informes? ¿Cómo se va a expresar en las reuniones dentro y fuera de la empresa? ¿Cómo nos va a hacer quedar? Cualquier jefe de personal medianamente sensato se hace estas preguntas.
Una vez me encontré con una licenciada en Relaciones Internacionales (este es un título universitario en la Argentina) quien, muy suelta de cuerpo, una vez redactó: “Fuimos a el aeropuerto” (sic). Creo que las únicas contracciones que conoció esta mujer fueron las que tuvo al parir a sus hijos. Un abogado, al escribir sobre lo difusa y complicada que se había tornado una cuestión, comentó que el tema de debate, con tantas conversaciones, idas y vueltas, “se había perdido en la lontanancia” (sic). En la lontananza habría que perderlo a él. Bien lejos. ¿Si contrataran personal o servicios, tendrían ganas de pagarles a expertos así? ¿Qué imagen da uno en estos casos? ¿Se han puesto a pensarlo?
Les aclaro que mi abuela materna no sabía si una palabra iba con “g” o con “j” y, a veces, se confundía la “c” con la “s”. Ella solo había ido a una escuela rural primaria cuando podía, montada en un caballo que compartía con los hermanos. Pero acá estamos hablando de graduados universitarios, no de una operaria textil de una fábrica (con todo el respeto que me merecen los obreros). Y lo que mi abuela no pudo hacer por ella, lo hizo por la hija: la mandó a estudiar el Magisterio. Cualquiera puede mejorarse, con un poquito de esfuerzo, eso sí. Eso me enseñaron mis raíces que se bajaron de los barcos.
Imagínense por un momento que llaman por teléfono a una empresa y la persona del conmutador, al atenderlos, pronuncia mal las palabras o las usa mal, se traga las “s” y delicias así. ¿Qué impresión causa esa empresa? ¿Contratarían sus servicios? ¿Le pagarían a gente así?
En el mundo en el que vivimos, si uno no habla bien, si no se expresa correctamente, parece que no existe. Nadie le presta atención. Es importante trabajar con la palabra oral, tan intangible, liviana, fugaz y viva, y también con ese algo duradero, inmóvil y rígido que es la letra impresa, que es buena y hay que saber utilizar. Si no, nos va a resultar muy difícil desarrollar nuestro propio potencial como seres humanos.
Si podés soñarlo, podrás hacerlo. Y las palabras nos pueden ayudar a imaginar a la persona en que soñábamos convertirnos. Por algo hay que cuidarlas.
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1 comentario:
soy profesora de letras y estoy de acuerdo con sus ideas me parecieron espectaculares
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