domingo, 31 de mayo de 2009

Tipografía e Historia

Fragmentos extraídos del artículo “Llamale H: Una Tipografía que Hizo Historia”

Fuente; El PAIS Cultural [Uruguay] 22 de Mayo de 2009.
Gustavo Wojciechowski

Existen tres grandes revoluciones en la historia de la tipografía. La primera fue 1500 años antes de Cristo, cuando un pueblo semita, los fenicios, crean el primer alfabeto, es decir: la construcción de un sistema donde cada signo representa cada uno de los sonidos consonantes. Antes de esto teníamos pictogramas, figuras o dibujos que representaban cosas o situaciones.

De aquellos primarios 22 signos que guardaban cierta similitud con la escritura hierática egipcia, se pasa por vía comercial a los griegos, y de estos a los etruscos, hasta desembocar en el imperio romano y la columna trajana. Y si bien todavía quedan por aparecer algunos signos y las minúsculas, ya está la base de lo que es la representación gráfica del lenguaje.

La segunda revolución se produjo en Maguncia, Italia, a mediados de la década de 1450. Se trata de la impresión de la llamada Biblia de 42 líneas del orfebre Johannes Gutenberg y con ello la invención de los tipos móviles (al menos para Occidente, ya que en China se había trabajado con los tipos móviles de cerámica desde el siglo XI).

Dicho invento posibilitó el inicio de la popularización del material impreso y por consiguiente del libro. La humanidad entra en una nueva dimensión.
Finalmente, en 1984 sale al mercado la primera computadora Apple Maccintosh. La creación de una nueva tecnología cambia radicalmente el desarrollo de la tipografía.

Esta nueva herramienta hizo mucho más rápido y accesible el trabajo con las letras, ya sea en la utilización o manejo de los textos, como en la creación de fuentes. Deja de ser exclusiva de unos pocos conocedores del oficio (tipógrafos, diseñadores e imprenteros) y pasa a ser una cosa mucho más cotidiana. Cualquiera desde su casa puede escribir un texto y adjudicarle una fuente, un tamaño (cuerpo) y hasta un ancho (condensar y expandir), con todos los beneficios y problemas o atentados que se puedan cometer a la forma de las letras.

Posiblemente todavía estemos en medio de las ondas expansivas de esa explosión, como para poder calibrar su alcance. Pero es notorio que desde mediados de la década del 80 a la fecha se diseñaron muchísimas más fuentes tipográficas que a lo largo del resto de la historia de la humanidad.
En medio de esos estertores -con muchísimas personas interesadas en las letras, transformándose en un mercado posible- el año pasado se cumplieron 50 años de la creación de la Helvética y como nunca antes el cumpleaños de una tipografía ocupó la atención de medios de prensa.
(…)
La creación de una fuente tipográfica no es un acto solitario y personal. Es un arduo trabajo, con muchísimas condicionantes y con muy poco margen para caprichos, máxime si se pretende componer algo más que el nombre propio de la tipografía. La Helvética sobrepasó ampliamente ese límite y sigue tan campante.


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