El 5 de noviembre nos dejó Sarita Urman, narradora oral y miembro fundador del Círculo de Cuentacuentos de Buenos Aires. Hay veces en que no se puede decir mucho porque la pena todavía está muy pegada al corazón.
Dicen que cuando los artistas dejan este mundo es porque se fueron de gira. Sarita anda así, entonces, de gira con sus queridos cuentos, rodeada de palabras que la definen, tales como humildad, calidez, señorío, integridad, respeto, nobleza, dignidad.
Pude disfrutarla muy pocos años, en los cuales me regaló recuerdos hermosos e imborrables que atesoraré por siempre. Ella siempre venía a mis presentaciones y estrenos, aunque tuviera que faltar al templo; sabía que allá arriba la iban a perdonar. Y yo sabía que con ella entre la concurrencia, nada podría salir mal. Cuando Sarita terminaba sus presentaciones en El Cervatillo o donde fuera que contara, pude escoltarla algunas veces hasta el taxi o hasta su casa, como la dama que era (a ella le gustaban las buenas costumbres de antaño). Y antes de irme, después de acompañarla hasta su umbral, ella me regalaba una golosina para el camino. Así era Sarita.
Todos la que la conocimos la vamos a extrañar.
Entre tantas palabras que he tomado prestadas para componer esta nota, los dejo con una frase que Sarita había puesto en sus tarjetas profesionales: “La cuna del hombre la mecen los cuentos”. León Felipe.
Gracias, Sarita.
Dicen que cuando los artistas dejan este mundo es porque se fueron de gira. Sarita anda así, entonces, de gira con sus queridos cuentos, rodeada de palabras que la definen, tales como humildad, calidez, señorío, integridad, respeto, nobleza, dignidad.
Pude disfrutarla muy pocos años, en los cuales me regaló recuerdos hermosos e imborrables que atesoraré por siempre. Ella siempre venía a mis presentaciones y estrenos, aunque tuviera que faltar al templo; sabía que allá arriba la iban a perdonar. Y yo sabía que con ella entre la concurrencia, nada podría salir mal. Cuando Sarita terminaba sus presentaciones en El Cervatillo o donde fuera que contara, pude escoltarla algunas veces hasta el taxi o hasta su casa, como la dama que era (a ella le gustaban las buenas costumbres de antaño). Y antes de irme, después de acompañarla hasta su umbral, ella me regalaba una golosina para el camino. Así era Sarita.
Todos la que la conocimos la vamos a extrañar.
Entre tantas palabras que he tomado prestadas para componer esta nota, los dejo con una frase que Sarita había puesto en sus tarjetas profesionales: “La cuna del hombre la mecen los cuentos”. León Felipe.
Gracias, Sarita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario