“Los valores de una sociedad también se reflejan en la lengua que hablan sus componentes, en el modo de decir las palabras, de elegirlas, en la entonación y hasta en los gestos que las acompañan. Lengua es el periódico, la revista de moda, el mensaje electrónico, la publicidad, la receta de cocina, el coloquio callejero o empresarial; lengua es la labor del aula, la investigación científica, el ensayo filosófico, la novela premiada y el poema que crece serenamente desde la sangre que se deja florecer. Todos somos palabras, pues nacimos de ellas, vivimos de ellas y sentimos con ellas y por ellas. Hablando y escribiendo proclamamos, casi sin notarlo, nuestra existencia y buscamos un lugar para instalarnos en este refugio pequeño y fugaz, que llamamos mundo y que imaginamos infinito, y hasta veneramos. Un mundo que se llena de palabras sin sueños porque no creemos ya en esos sueños, surtidores de nuestros lejanos silencios.
(…)
“Cuando nos referimos, sin pretensión de ser solemnes, a la dignidad en el decir, no apuntamos a un ideal de lengua, sino a actos de habla y de escritura ordenados, prolijos, entendibles, límpidos; a lo que se sabe o debería saberse, pero no se practica.
(…)
“¿Por qué muchas personas habrán perdido el afán de hablar bien y de escribir mejor? ¿Por qué no corrigen lo que escriben? ¿Cuánto les importa su lengua, es decir, su identidad? ¿Por qué participan, hasta con aplausos, de la mediocridad lingüística que, a veces, ofrecen los medios de comunicación?
(…)
“En las entrañas de la voz «error», late la frase de nuestros días: la cultura ocupa tiempo, y no hay tiempo para la cultura, que siempre ha sido la pariente pobre.
(…)
“Si escudriñamos el sustantivo «error», advertimos que contiene el verbo «roer», que denota, en una de sus acepciones, ‘gastar’: el error roe los vocablos hasta dejarlos sin la carne que los sustenta y sin el alma que los espiritualiza. Es la esclerosis de la lengua. Se yerra, porque no se sabe.
(…)
“Debería imitarse la obstinación de algunos árboles centenarios que, desgajados por el viento, no se desarraigan de su tierra, porque creen en sus raíces y las defienden y las fecundan con su esperanza vegetal. Ése es su lenguaje; ése es su compromiso con la naturaleza.”
Dra. Alicia María Zorrilla, miembro de la Academia Argentina de Letras, en El error, el humor y la norma lingüística.
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“Cuando nos referimos, sin pretensión de ser solemnes, a la dignidad en el decir, no apuntamos a un ideal de lengua, sino a actos de habla y de escritura ordenados, prolijos, entendibles, límpidos; a lo que se sabe o debería saberse, pero no se practica.
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“¿Por qué muchas personas habrán perdido el afán de hablar bien y de escribir mejor? ¿Por qué no corrigen lo que escriben? ¿Cuánto les importa su lengua, es decir, su identidad? ¿Por qué participan, hasta con aplausos, de la mediocridad lingüística que, a veces, ofrecen los medios de comunicación?
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“En las entrañas de la voz «error», late la frase de nuestros días: la cultura ocupa tiempo, y no hay tiempo para la cultura, que siempre ha sido la pariente pobre.
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“Si escudriñamos el sustantivo «error», advertimos que contiene el verbo «roer», que denota, en una de sus acepciones, ‘gastar’: el error roe los vocablos hasta dejarlos sin la carne que los sustenta y sin el alma que los espiritualiza. Es la esclerosis de la lengua. Se yerra, porque no se sabe.
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“Debería imitarse la obstinación de algunos árboles centenarios que, desgajados por el viento, no se desarraigan de su tierra, porque creen en sus raíces y las defienden y las fecundan con su esperanza vegetal. Ése es su lenguaje; ése es su compromiso con la naturaleza.”
Dra. Alicia María Zorrilla, miembro de la Academia Argentina de Letras, en El error, el humor y la norma lingüística.
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