martes, 20 de noviembre de 2007

Crónicas contables 10

Hoy: de palabras, cuentos y sones.

Por las vueltas de los cuentos, la narradora oral Lili Meier fue una de las profesionales argentinas invitadas recientemente al Festival de Narración Oral “Palabras de Invierno”, que se realiza todos los años en Cuba.

Este evento nacional tiene especial importancia dentro del mundo de la literatura. Este año fue dedicado a la figura del poeta y cuentista cubano Eliseo Diego y, como homenaje, al Che Guevara, a cuarenta años de su muerte. Fue así que se dieron cita narradores orales de todo el país, que fomentan el gusto por el cuento y por la narración oral.

Durante siete días, Cuba fue una fiesta de palabras. La isla se llenó de contadores de cuentos que llegaron a todos los barrios de la ciudad con sus historias, a las plazas públicas, escuelas, casas de cultura, centros de trabajo y calles. Lili Meier, de gira con sus cuentos lanzados al aire cálido, no sólo se encontró con narradores orales de reconocimiento internacional, amén de artistas plásticos de envergadura y personalidades de la cultura, sino también con contadores de cuentos espontáneos en las calles de Cuba, que querían compartir sus historias con los invitados nacionales y extranjeros. Allí se respira la cultura hasta en las calles.

También resultó novedoso para nuestra representante narrar con guajiros, que cuentan en décimas (algo parecido a lo que hacen los payadores del campo argentino, salvando las distancias). Fue impactante, según Lili, verlos improvisar en décimas entre ellos (tarea para nada sencilla), lo cual es parte de la cultura guajira tradicional.
Otra curiosidad en Cuba es que el aplauso tiene pausa y ritmo, según Lili. (¿Alguna vez le han prestado atención a cómo aplaude la gente?) Todos lo hacen al unísono de manera espontánea, pero armónica, como si fuera una acción colectiva incorporada. Y con son, por supuesto.

Parece ser que Cuba es una isla fuera de lo común para el viajero no habituado. A pesar de las dificultades por las que atraviesa el país, que no cualquier pueblo puede sostener, a Lili le sorprendió el poder de la palabra, que vive en Cuba. Se maravilló al percibir la gran red social de los cubanos, “que saben que de ahí no se caen. Y no es sólo el Estado, son ellos y es entre ellos que se construye esa red.” También la atrapó la extraña dignidad del cubano, la educación y la cultura que ostentan con donaire y que, juntas, reivindican lo que es ser humano. El arte de la conversación está en la isla, porque los de allí saben escuchar al otro y le conversan, prestando una atención profunda. “Hay mucho contacto”, comentó Lili, “Mucho mirarse profundamente y hablar a los ojos, escuchándose. No existe la urgencia, sólo el encuentro”, concluyó.

En teoría, Lili Meier partió hacia Cuba el 27 de octubre y estuvo allí unos quince días. El domingo 18 de noviembre, después de que coordinó su Rueda de Cuentos en el Centro Cultural Marcó del Pont en Flores, Buenos Aires, me fui con ella a una heladería a hacerle este reportaje informal (me encanta mezclar trabajo con placer). Juro que Lili estaba sentada a mi lado en la heladería, pero me parece que todavía está en Cuba. Cosas de cuentos.

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