lunes, 14 de septiembre de 2009

Cine cuentero 21: Don Juan De Marco

Películas que hacen referencia a los narradores orales o al arte de narrar.

Don Juan De Marco es una película estrenada en 1994, dirigida por Jeremy Leven y producida por Francis Ford Coppola.

John R. De Marco (Johnny Depp) es un joven que cree ser Don Juan, el amante más grande del mundo, y que debe someterse a un tratamiento psiquiátrico con el doctor Jack Mickler (Marlon Brando), después de un intento de suicidio “por amor”. Sin embargo, las sesiones terapéuticas para tratar de curar el aparente delirio de este paciente enajenado tienen un efecto no deseado en el psiquiatra y en el resto del personal del centro de salud mental en donde está internado don Juan. Aquellos que se topan con este Don Juan encuentran en él la fuente de inspiración para salir de la rutina y lanzarse a vivir una vida más plena. El Dr. Mickler, al borde del retiro, es el más afectado por el “efecto Don Juan” y logra revitalizar su matrimonio trillado y cuesta abajo con su amada Marilyn (Faye Dunaway).

Ciertas partes de la película están inspiradas en el mito de Don Juan, tal como lo narra Lord Byron en su versión, pero las influencias literarias no terminan ahí. Este Don Juan moderno negocia un pacto frente a un tablero de ajedrez (buen detalle, con todo lo que implica) y le cuenta a su psiquiatra todos los días una historia de su pasado y, sobre todo, de sus interminables conquistas amorosas (“Ninguna mujer ha abandonado mis brazos insatisfecha”, alardea). Si en diez días de relatos no logra convencer al psiquiatra de que, en verdad, es don Juan de Marco, aceptará tomar la medicación que le recetan para curarlo de su aparente trastorno, lo cual para él será peor que perder la cabeza a manos del verdugo. Si alguien se acuerda de Scherezada, no estará muy desencaminado (de hecho, en una de las historias aparece una sultana y un harén). Poco a poco el psiquiatra se torna dependiente de los cuentos cautivantes narrados por Don Juan en su consultorio y, de alguna manera, intenta llevarlos a la práctica en su vida privada.

El único que “la tiene clara” en esta película es el supuesto paciente mental, no los profesionales que tratan de ayudarlo a ser "normal” de nuevo a la fuerza, gente demasiado dispuesta a medicar con rapidez para "solucionar" el asunto. Cambiar la química del cerebro con medicación psiquiátrica es más sencillo que cambiar el estilo de vida desdichado. Como le dice Don Juan a su psiquiatra: “Hay solo cuatro preguntas importantes en esta vida: ¿Qué es lo sagrado? ¿De qué está hecho el espíritu? ¿Por qué vale la pena vivir? ¿Por qué vale la pena morir? La respuesta a cada una de estas preguntas es la misma: Amor.” Así de sencillito y de demoledor.

Nuestro buen psiquiatra que ha perdido el camino, finalmente, lo encuentra y se ve obligado a diagnosticar, al final de la película, que el último paciente que trató antes de jubilarse, “el gran amante don Juan de Marco, padecía de un romanticismo por completo incurable y, lo que es peor, sumamente contagioso”.


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