sábado, 26 de enero de 2008

Crónicas contables 13

Hoy: De relatos verdaderos e inventados que pasan por ciertos.

En la crónica anterior, les conté que pasé una semana de vacaciones en Mar de Ajó, un balneario en la costa atlántica a unos 360 kilómetros de Buenos Aires. Pero no todo fue playa y contar cuentos. También descubrí una historia interesante que nos da un ejemplo de cómo, a partir de un hecho verídico, se arma un relato que, al pasar de boca en boca y de generación en generación, se va deformando, adornando y mutando, hasta perder gran parte de su asidero en la realidad y termina generando una leyenda no diré urbana, pero sí “balnearia”. Este caso puede servir para ilustrar la “deformación” implícita en las historias de tradición oral y cómo, a partir de la Historia, se funda el germen de un cuento de aparecidos.

Pablo Wright, doctor en Antropología e investigador del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina), afirma que, “según la Antropología, los seres humanos poseemos la capacidad innata de construir una representación de la realidad con la que operamos diariamente.” Para eso no es necesario ser contador de historias profesional ni escritor de ficción. En este ejemplo, podremos apreciar las diversas creaciones sociales e históricas que se construyeron con las arenas de una playa.

En septiembre de 1880, encalló en las playas de Mar de Ajó (que en ese entonces se llamaba la Ría de Ajó) un buque de bandera alemana, “La Margarita” o el “Margaretha”, tal vez la nave más antigua que varó en la zona. En la foto que acompaña esta crónica pueden ver sus restos que todavía emergen, cuando la marea baja mucho, en Avenida San Martín y el mar. Fue un naufragio famoso que inspiró un mural de 50 metros cuadrados tallado en sobrerrelieve que testimonia el hecho, ubicado en Avenida Costanera y Avenida San Martín.

Según el resultado de una investigación hecha por un tribunal naval alemán, el siniestro se debió a un error de navegación y a la negligencia del capitán Johann Ramien y su contramaestre. Ambos fueron sancionados y nunca pudieron volver a hacerse a la mar, por haber perdido el buque y por el riesgo diplomático que habían creado. “La Margarita” transportaba material bélico hacia Chile, que estaba en guerra con Bolivia, según una investigación seguida por los diarios porteños junto con la Capitanía de Puertos de Buenos Aires y un intercambio de novedades con Pedro Luro, próspero empresario que controlaba los saladeros del puerto de Lavalle y de Mar del Plata en esa época.

Según las fuentes que consulté, que hacen referencia al trabajo de una investigadora local, Adriana Pisani, en su libro Fantasía del naufragio, seis años después del siniestro, las playas del actual balneario de Mar de Ajó se bautizaron como “Playas La Margarita”, por la fuerza y persistencia de la divulgación oral del hecho. Este naufragio conmocionó a los pobladores de la zona. Imagínense, una mañana se despertaron y se encontraron con la novedad de un barco encallado en la playa sin nadie a bordo ni en los alrededores. En realidad, una corbeta española había rescatado a la tripulación en alta mar y la transportó hasta Alemania.

Había mucha tela para cortar y se podían tejer las más variadas fantasías que, con el tiempo, se fueron transformando en verdades que ocultaron la realidad. No hay documentación que certifique que la nave llevaba pasajeros. Sin embargo, al correr la historia de boca en boca y de generación en generación, se comenzó a decir que la tripulación había asesinado o dejado morir a los pasajeros durante el siniestro y que, incluso, viajaba a bordo una compañía de teatro. Cuentos (o construcciones de la realidad) para todos los gustos. Se corrió la voz también de que el accidente había sido intencional, ¿tal vez para encubrir un crimen? Agatha Christie, Raymond Chandler y G. K. Chesterton se hubieran hecho una fiesta. ¡Las novelas policiales que se hubieran podido escribir sin mayores esfuerzos! El buque llevaba barriles de pólvora que, con el tiempo, se transformaron en toneles de vino francés pertenecientes a la compañía de teatro, que quedaron sepultados o que alguien sepultó en la playa, en los médanos. Muchos años después, cuando se lotearon los terrenos de Mar de Ajó y en ese lugar se quiso instalar una bomba para extraer agua dulce, dicen que, al perforar, en lugar de agua, ¡brotó vino! Creer o reventar. Y uno siempre cree, porque se lo contaron.

Para seguir construyendo otra realidad, conseguí un ejemplar editado en 2008 de Corredor Atlántico, guía turística y comercial de la Costa Atlántica Argentina que, en su página 77, cuando describe el Mural La Margarita, indica que “representa la leyenda del naufragio del Rosseswells, buque que nunca existió”. “¡Qué buen cuento que hay acá!”, suspiré. Intrigada, pregunté a varios habitantes de Mar de Ajó y suponen que lo que quiere decir esto es que el artista se imaginó cómo sería el buque, porque no tenía ninguna foto ni plano. Por eso la nave y los hechos representados en el mural (mujeres que, desde la costa, claman y extienden los brazos dramáticamente hacia el barco náufrago –seguimos construyendo más realidades) sólo existieron en la imaginación del artista. Mucha gente está dispuesta a aceptar una obra de arte como una representación fiel de la realidad. Y no todos los lectores de la guía turística son tan curiosos como yo y se quedan con el dato de que ese barco nunca existió. Más posibilidades para una buena historia.

Los relatos de naufragios dan para todo, hasta leyendas. Dicen los habitantes del lugar que un día de noviembre (los que consulté no se pudieron poner de acuerdo sobre la fecha), a la medianoche, por supuesto, se pueden oír por la zona los gemidos de las almas en pena de los ahogados en ese naufragio que todavía no han podido volver a su tierra natal. Nadie me pudo explicar por qué esto pasa en noviembre, si el buque encalló en septiembre, hace 128 años. Pero, bueno, las leyendas son así.


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

a la autora del blog, le agradezco haberse acordado de mi lindo pueblo (mar de ajo), pero lamentablemente se le han mezclado los ¨"cuentos".
1)la foto que muestra no es de la margarita, sino de un barco del siglo Xvii, que aparecio, hace recien unos 20 años en la localidad de San Clemente, sobre los medanos costeros, en oportunidad que una lluvia muy grande provoco inundaciones sobre la costa. El agua corto los medanos costeros y en una de esas bajadas, aparecio el mencionado barco. NO SE SABE EL NOMBRE DEL MISMO.
2)Cuando encallo la margarita no habia habitantes estables, en Mar de Ajo. Pero si habia poblacion en Gral. Lavalle, donde habia un puerto. De alli se acercaron algunos pobladores a ayudar a los naufragos. Descendientes de esos pobladores, atestiguan con nombre y apellido quienes ayudaron a los naufragos.NO ES VERDAD Y NADIE MENCIONA ASESINATOS, ni nada parecido sucedido a bordo. Si es verdad que se encontraron bordalesas de vino y otras mercaderias que habian sido enterradas por quienen auxiliaron a los naufragos, y luego perdidas entre los medanos. Fueron encontrados, cuando el Automovil Club construyo su camping, casi enfrente del naufragio.

Es una lastima que la autora, invente un cuento y lo quiera hacer pasar como real y luego destruirlo creyendose muy piola.

Para inventar "cuentos reales" puede aprender del que "realmente"
invento el señor Felix Palacios,(ya fallecido), en oportunidad que un cronista del Diario Popular, queria alguna historia realmente impactante sobre los naufragios, ya que los restos de los barcos, todos oxidados y destruidos, no le daban para un "noticion". Entonces Palacios realmente molesto por la actitud del cronista invento las campanadas del dia de los muertos. y parece que resulto porque siempre hay algun ganso que termina pasando la noche sobre los medanos esperando escuchar las campanas del "otro mundo".

Amablemente, Pichi Ojeda, Mar de Ajo

Anónimo dijo...

Respecto del comentario de Pichi Ojeda (gracias), me remito a las fuentes que consulté para preparar el artículo, que figuran citadas en él. G.V.