lunes, 28 de enero de 2008

Crónicas contables 14


Hoy: Cuentos y trucos importados.

El domingo 27 de enero a la noche, me apersoné alegremente en un sitio muy agradable, El Morocho del Arrabal / Atelier del Tango (Pasaje Carlos Gardel 3157, a metros apenas del Shopping Abasto de Buenos Aires), con mi credencial de cronista de la Agencia de Noticias Narranews y con Betty Ferkel, fotógrafa acreditada ante esa agencia.

Nuestro objetivo: asistir a “Vivir el cuento”, de Diego Calavia. Este español nacido en La Rioja es dueño de un estilo muy particular, que integra el mundo de la magia y el de la narración oral, acompañado por una buena dosis de humor, ritmo, imaginación y figuras con globos.

Diego Calavia, que el viernes anterior había dado otro espectáculo de magia y globoflexia llamado “Me lo enseñó mi abuelo” en la Biblioteca La Nube, en el barrio porteño de Chacarita, trabajó para diversos ayuntamientos en España y se presentó en los festivales de Guadalajara, Tenerife y Gran Canaria, entre otros. También fue con Payasos Sin Fronteras a las campañas del Sahara y Bosnia, y se presentó en varios avisos publicitarios y ferias. Así que gracias, Claudio Ledesma, por haberte contactado con Diego para este espectáculo.

Nuestro amigo inició la función con un acto “eficaz” de predicción y sugestión hipnótica con Patricia, una voluntaria del público. Luego, con una base argumental entre el monólogo y el cuento, nos relató su encuentro con Fransuá, un timador “con acento francés de Chacarita”, quien lo tomó de aprendiz y le enseñó sus historias para engañar a la gente, que Diego ilustró con trucos de magia. También hizo nudismo, definido por él como “la ciencia que estudia el arte de hacer nudos”, para alivio de una parte del público y desilusión de otra. Luego, con la ayuda de Mónica, otra asistente del público, nos relató El romance de don Mendo, de don Pedro Muñoz Ceca, las andanzas de un caballero en una partida de siete y medio. La numeración de los naipes que Diego sacaba al azar de un mazo en escena estuvieron siempre de acuerdo con la de los que aparecían en la trama del cuento. Sin palabras. Luego nos enseñó lo que hace un mago cuando debe pagar una multa por mal estacionamiento y, para terminar, hizo subir a escena a tres asistentes, una princesa borbona, el villano Rasputín y una encarnación del cantante Sandro con su hit “Rosa, Rosa”, para contar un cuento sobre el anillo de una princesa, una flecha y una manzana mágicas, y una historia de amor con boda al final. Merece destacarse el buen ojo de Diego para elegir voluntarios, su manejo del público (todos terminamos haciendo lo que él quería) y sus buenos modos para tratar a sus ayudantes en escena.

Para cerrar esta crónica, les cuento que, después de haber pasado una velada entretenida con risas, naipes, trucos, globos y sorpresas, me fui con mi fotógrafa del Pasaje Carlos Gardel hacia la calle Corrientes. A pasitos de la estatua del Zorzal, mientras comentábamos las artes de prestidigitación de Diego (los trucos con las barajas todavía me maravillaban), de casualidad (o no) me encontré con una carta perdida en el suelo: una sota de trébol. Y no es cuento.


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