Peau d'Âne (Piel de asno) es un musical francés de 1970 lleno de humor, romance y anacronismos graciosos, escrito y dirigido por Jacques Demy y basado en el famoso cuento de hadas tradicional homónimo recopilado por Charles Perrault a partir de la versión folklórica oral de su época.
Según el director, adaptó el cuento “partiendo desde lo que pasó por mis ojos de niño cuando tenía siete u ocho años”. La banda de sonido es de Michel Legrand y toda la película le hace un guiño a La Bella y la Bestia de Jean Cocteau. Algunas locaciones son castillos franceses verdaderos y el diseño de producción es sorprendente: la reina tiene un pavo real de verdad en el respaldo de la cama; la princesa, una enorme pajarera muy elaborada al lado de la suya; el rey, un enorme gato blanco de felpa por trono; de las paredes de las habitaciones del castillo de la protagonista se descuelgan plantas. El cine mágico ha regresado con efectos especiales y recursos sencillos, pero creativos: Una rosa habla. Los servidores y caballos están pintados de rojo o de azul, según el reino al que pertenezcan; hay una bruja despeinada que escupe sapos al hablar; el príncipe azul no es de ese color, sino rojo; y los vestidos de las reinas y princesas son fastuosos. En suma, una gema para disfrutar y pasar un buen rato, con Jean Marais como el rey y una hermosísima Catherine Deneuve como la heroína.
Piel de asno es una historia siniestra: un rey quiere casarse con su hija núbil. Por más que, en la película, una mujer adulta encarne a la princesa, Perrault, en su cuento, muchas veces la describe como “la infanta” (de infante, niño). Algunos han rastreado el origen de este relato hasta unas leyendas pre-romanas de la Europa Central. No soy Robert Graves ni James Frazer y no intento aquí diseccionar cuentos tradicionales y encontrar sus raíces en algunos mitos griegos, pero la imagen de la doncella que huye del padre incestuoso envuelta en una piel de asno contiene bastantes resonancias mítico-religiosas. Simplemente lo menciono al pasar.
Los cuentos de hadas no son para nada inocentes. Caperucita Roja contiene una forma sutil de represión sexual femenina. Barba Azul recomienda no conocer demasiado bien a la propia pareja, ni querer saberlo todo de él, sobre todo si no te deja mirar en algún lado. Piel de asno no se queda atrás. La famosa piel se usa aquí como armadura defensiva, para mostrar y, sobre todo, ocultar. Tiene un carácter simbólico de transformación del cuerpo en la pubertad (cuando la princesa llega a la “edad de merecer” empiezan los problemas con el padre). La jovencita se esconde dentro de la piel de asno buscando protección ante el asedio incestuosamente sexual de su padre biológico. Como si la época de cambio de niña a mujer no fuera lo suficientemente traumática y turbadora…
El cuento y la película seguramente harán las delicias de los psicoanalistas. Acá no es la nena chiquita la que se quiere casar con el padre cuando sea grande, sino al revés. Este deseo infantil es, incluso, un argumento perverso que utiliza un supuesto sabio para darle el empujoncito final que necesita el rey para decidirse. Un tema importante es la autoridad y el poder del padre, que todo lo puede y al que todo le está permitido. Para enredar más las cosas, los ministros de la corte impulsan al rey a un nuevo matrimonio cuando enviuda. Si hay un heredero varón, ellos no van a verse despojados de sus bienes, si el trono cae en manos de reyes vecinos cuando se case la princesa, único fruto de ese matrimonio. Por eso no se horrorizan cuando el rey escoge como novia a su propia hija. Lo principal para ellos (el posible heredero gracias a una reproductora fértil que asegurará la salvación de sus bienes) está asegurado. Y, al fin de cuentas, estamos hablando de una niña. Mujeres y niños siempre han sido moneda de cambio de poco valor desde que el mundo es mundo.
El hada madrina de la princesa huérfana de madre acude al rescate con sus trajes sensuales y sus tacos altos, pero su ayuda resulta inútil, ya que es derrotada por los servidores del rey. Esta hada moderna, “canchera” y encantadora tiene sus propias ideas respecto del comportamiento y del destino amoroso del rey. Hay un giro de la trama al estilo Cenicienta (la noble debe hacer labores de sierva) y aparece un anillo en lugar de un zapato para elegir esposa. Al final, el padre de la princesa asiste a la boda de su hija con otro hombre como si nada hubiera pasado entre ellos; aquí el director quiso introducir un nuevo elemento en la trama (algo pasó y pasa de nuevo entre el hada madrina y el rey). Por supuesto, nadie reprocha el comportamiento inadecuado de un varón, para variar.
Como dijo el psicoanalista Bruno Bettelheim, los cuentos de hadas tradicionales serían el repertorio privilegiado de los conflictos humanos, y resultarían necesarios para verse por dentro y conocerse. Para Bettelheim, “El cuento es terapéutico porque el paciente encuentra sus propias soluciones mediante la contemplación de lo que la historia parece aludir sobre él mismo y sobre sus conflictos internos en ese momento de su vida”. ¿Alguien piensa que los cuentos de hadas son niñerías insignificantes?
Perrault puso por escrito muchos cuentos populares modificados por la tradición oral, les dio una forma literaria cuidada y los transformó. De una narración entretenida con alcances educativos, moralizantes y éticos, pasaron a ser obras dignas de releerse por su belleza. Después vino Demy y transformó este cuento en una película bella, digna de verse y valiosa en sí misma.
En ella, a pesar del material de partida bastante oscuro, Demy nos satura gratamente con color, lirismo, vuelo poético, musicalidad y fantasía. Los más mínimos detalles de la escenografía y del guardarropas están puestos al servicio del máximo impacto visual, lo cual nos ofrece una interpretación sensorialmente extravagante y bastante literal de este famoso cuento de hadas.
Dice Perrault en su comentario de Piel de asno: “Y lo que más me atrae / es que divierte con sutil dulzura / sin que madre, marido o señor cura / le encuentren nada digno de censura.” La historia en el libro y en la película termina de la siguiente manera: “El cuento de Piel de Asno parece exagerado; / pero mientras existan en el mundo criaturas / y haya madres y abuelas que narren aventuras, / estará su recuerdo conservado.” Así sea.
Si mi trabajo te resultó útil y de valor, comprá alguno de mis libros para regalar o para regalarte. Tu contribución y apoyo ayudarán a mantener los servicios de calidad de este blog. Consultá “Mis libros”. Gracias. G.V.
Según el director, adaptó el cuento “partiendo desde lo que pasó por mis ojos de niño cuando tenía siete u ocho años”. La banda de sonido es de Michel Legrand y toda la película le hace un guiño a La Bella y la Bestia de Jean Cocteau. Algunas locaciones son castillos franceses verdaderos y el diseño de producción es sorprendente: la reina tiene un pavo real de verdad en el respaldo de la cama; la princesa, una enorme pajarera muy elaborada al lado de la suya; el rey, un enorme gato blanco de felpa por trono; de las paredes de las habitaciones del castillo de la protagonista se descuelgan plantas. El cine mágico ha regresado con efectos especiales y recursos sencillos, pero creativos: Una rosa habla. Los servidores y caballos están pintados de rojo o de azul, según el reino al que pertenezcan; hay una bruja despeinada que escupe sapos al hablar; el príncipe azul no es de ese color, sino rojo; y los vestidos de las reinas y princesas son fastuosos. En suma, una gema para disfrutar y pasar un buen rato, con Jean Marais como el rey y una hermosísima Catherine Deneuve como la heroína.
Piel de asno es una historia siniestra: un rey quiere casarse con su hija núbil. Por más que, en la película, una mujer adulta encarne a la princesa, Perrault, en su cuento, muchas veces la describe como “la infanta” (de infante, niño). Algunos han rastreado el origen de este relato hasta unas leyendas pre-romanas de la Europa Central. No soy Robert Graves ni James Frazer y no intento aquí diseccionar cuentos tradicionales y encontrar sus raíces en algunos mitos griegos, pero la imagen de la doncella que huye del padre incestuoso envuelta en una piel de asno contiene bastantes resonancias mítico-religiosas. Simplemente lo menciono al pasar.
Los cuentos de hadas no son para nada inocentes. Caperucita Roja contiene una forma sutil de represión sexual femenina. Barba Azul recomienda no conocer demasiado bien a la propia pareja, ni querer saberlo todo de él, sobre todo si no te deja mirar en algún lado. Piel de asno no se queda atrás. La famosa piel se usa aquí como armadura defensiva, para mostrar y, sobre todo, ocultar. Tiene un carácter simbólico de transformación del cuerpo en la pubertad (cuando la princesa llega a la “edad de merecer” empiezan los problemas con el padre). La jovencita se esconde dentro de la piel de asno buscando protección ante el asedio incestuosamente sexual de su padre biológico. Como si la época de cambio de niña a mujer no fuera lo suficientemente traumática y turbadora…
El cuento y la película seguramente harán las delicias de los psicoanalistas. Acá no es la nena chiquita la que se quiere casar con el padre cuando sea grande, sino al revés. Este deseo infantil es, incluso, un argumento perverso que utiliza un supuesto sabio para darle el empujoncito final que necesita el rey para decidirse. Un tema importante es la autoridad y el poder del padre, que todo lo puede y al que todo le está permitido. Para enredar más las cosas, los ministros de la corte impulsan al rey a un nuevo matrimonio cuando enviuda. Si hay un heredero varón, ellos no van a verse despojados de sus bienes, si el trono cae en manos de reyes vecinos cuando se case la princesa, único fruto de ese matrimonio. Por eso no se horrorizan cuando el rey escoge como novia a su propia hija. Lo principal para ellos (el posible heredero gracias a una reproductora fértil que asegurará la salvación de sus bienes) está asegurado. Y, al fin de cuentas, estamos hablando de una niña. Mujeres y niños siempre han sido moneda de cambio de poco valor desde que el mundo es mundo.
El hada madrina de la princesa huérfana de madre acude al rescate con sus trajes sensuales y sus tacos altos, pero su ayuda resulta inútil, ya que es derrotada por los servidores del rey. Esta hada moderna, “canchera” y encantadora tiene sus propias ideas respecto del comportamiento y del destino amoroso del rey. Hay un giro de la trama al estilo Cenicienta (la noble debe hacer labores de sierva) y aparece un anillo en lugar de un zapato para elegir esposa. Al final, el padre de la princesa asiste a la boda de su hija con otro hombre como si nada hubiera pasado entre ellos; aquí el director quiso introducir un nuevo elemento en la trama (algo pasó y pasa de nuevo entre el hada madrina y el rey). Por supuesto, nadie reprocha el comportamiento inadecuado de un varón, para variar.
Como dijo el psicoanalista Bruno Bettelheim, los cuentos de hadas tradicionales serían el repertorio privilegiado de los conflictos humanos, y resultarían necesarios para verse por dentro y conocerse. Para Bettelheim, “El cuento es terapéutico porque el paciente encuentra sus propias soluciones mediante la contemplación de lo que la historia parece aludir sobre él mismo y sobre sus conflictos internos en ese momento de su vida”. ¿Alguien piensa que los cuentos de hadas son niñerías insignificantes?
Perrault puso por escrito muchos cuentos populares modificados por la tradición oral, les dio una forma literaria cuidada y los transformó. De una narración entretenida con alcances educativos, moralizantes y éticos, pasaron a ser obras dignas de releerse por su belleza. Después vino Demy y transformó este cuento en una película bella, digna de verse y valiosa en sí misma.
En ella, a pesar del material de partida bastante oscuro, Demy nos satura gratamente con color, lirismo, vuelo poético, musicalidad y fantasía. Los más mínimos detalles de la escenografía y del guardarropas están puestos al servicio del máximo impacto visual, lo cual nos ofrece una interpretación sensorialmente extravagante y bastante literal de este famoso cuento de hadas.
Dice Perrault en su comentario de Piel de asno: “Y lo que más me atrae / es que divierte con sutil dulzura / sin que madre, marido o señor cura / le encuentren nada digno de censura.” La historia en el libro y en la película termina de la siguiente manera: “El cuento de Piel de Asno parece exagerado; / pero mientras existan en el mundo criaturas / y haya madres y abuelas que narren aventuras, / estará su recuerdo conservado.” Así sea.
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2 comentarios:
Gracias, buena información, me sirvió para la escuela. :) ;)
gracias no había encontrado información en ninguna parte me sirvió mucho :)
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