jueves, 6 de septiembre de 2007

Cuidemos el idioma 2

Los diccionarios, como la luz eléctrica y las constituciones escritas, deben colocarse entre los hechos básicos de la vida civilizada moderna.”
S. M. Kuhn

¿Cómo “usan” las academias de la lengua a los escritores? (Esto dicho sin ánimos de cosificar ni de ofender a nadie.)

¿Qué pasa con la “lengua literaria”? ¿Cómo usan el idioma los escritores? Dice el DPD (Diccionario Panhispánico de Dudas): “(...) los escritores, en su faceta de creadores, disfrutan de mayores márgenes de libertad en el manejo del idioma y, centrados en la búsqueda de una mayor expresividad, a menudo conculcan [infringen] intencionadamente las convenciones lingüísticas de su tiempo. Y, en segundo lugar, porque los escritores de ficción (novelistas y autores teatrales) utilizan los distintos niveles y registros del habla como uno de los modos de caracterización de sus personajes; precisamente por ello es posible documentar, en textos escritos, muchos usos que corresponden a la lengua oral y al habla coloquial o popular.”

No sé si ustedes sabrán, pero los lexicógrafos (los que recolectan los vocablos que formarán parte de un léxico o diccionario) apuntan voces propias o acepciones particulares en las fichas de trabajo en las que se documentan las palabras, porque un término, para poder existir, primero debe ser usado. Así se registra el vocablo o la expresión en cuestión y se explicita la fuente de donde se ha tomado, con el grado de validación o prestigio que tenga (cuanto más seria es la fuente, más validez y peso tiene). Esto es parte del trabajo terminológico estándar. Cuando consulto el “diccionario telefónico” de la Academia Argentina de Letras, los seres humanos gentiles y pacientes que me atienden del otro lado, a veces, me dicen: “Espere un minuto, que busco la ficha”, para, luego, leerme la definición y algún ejemplo del vocablo en cuestión, para que se entienda mejor su uso. A menudo, en las entradas de los diccionarios (que se arman a partir de estas fichas terminológicas) se incluyen referencias a obras de escritores prestigiosos (“citas de autoridades literarias”), que avalan la existencia, por así decirlo, de esa palabra con ese significado particular y muestran su utilización.

¿Ahora entienden por qué es importante tener cuidado al acercar la pluma al papel? Uno nunca sabe cuándo lo van a considerar prestigioso (soñar no cuesta nada, ja, ja.).

No dañemos la posibilidad de seguir comunicándonos. Solo se trata de difundir mensajes correctos, para evitar malentendidos y dificultades en el proceso de entendernos con el otro. Meditemos, pensemos, hagamos. El idioma y la comunicación se merecen el esfuerzo y el cuidado.

¡En pro de la palabra, siempre!


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