De un Villano entrometido
Hoy: De ruedas, cuentos y luminiscencias.
El domingo 9 de septiembre a la tarde, me fui con mi credencial de la Agencia de Noticias Narranews al Centro Cultural Marcó del Pont, en el honroso barrio de Flores (Artigas 206), a unos pocos metros de la estación de trenes y, más importante aún, del mural del Ángel Gris.
Enorme casona antigua con paredes gruesas pintadas de blanco; jardín al frente, detrás de las rejas trabajadas; varias habitaciones despojadas y limpias, con puertas altas y angostas de madera, ventanales con postigos de madera y vidrios impecables; pisos de baldosas rojas, como las de la terraza de la casa de mi abuela; un patio lleno de verde, de cielo, plantas y una parra trepadora. El marco ideal para contar y escuchar cuentos, ahora que viene el tiempo lindo.
En la casona de los Marcó del Pont, Lili Meier coordina con dinamismo y cordialidad un ciclo de narración oral llamado “Ruedas de cuentos”, con la asistencia de Nadia, que materializa sillas dondequiera que se las necesita. De tanto vagar por el mundo de la cuentería, uno está acostumbrado a los micrófonos abiertos y a las tertulias participativas, pero la propuesta de Lili, encargada también de la puesta (y de la apuesta), es diferente.
Aquí se trata de volver a la antigua forma de narrar historias: un círculo de sillas en una o varias habitaciones, según la cantidad de congregados, con el infaltable servicio de café y té para convidar. No hay escenario, no hay micrófono, no se “pasa al frente”. Todos poseen el mismo nivel de palabra, sin jerarquías; todos juegan el mismo juego; todos tienen la misma posibilidad, si gustan tomarla. A cualquiera le puede aparecer un cuento saltarín de frente o de costado. Uno nunca sabe por dónde va a brotar la próxima historia. Así un grupo de personas transita un cuento, de una rueda a la otra (cuantos más vienen, más divertido). El único que dice “basta” es el tiempo del reloj porque hay que entregar la sala para otro evento. El público entra y se distribuye en la habitación que quiera, sin saber cuáles cuentos van a aparecer ahí. Y aparecen.
En la gacetilla de difusión, Lili Meier invitó diciendo: “¡Te estamos esperando! ¡Porque vienen todos! ¡Pero todos!” Y sí, vinieron todos: “Manucho” Mujica Láinez, Borges (lo juro) y Gabriel García Márquez. También apareció Benedetti, junto con un famosísimo escritor muy difundido, el señor De Tradición Oral.
Y así siguieron rodando los cuentos por la ronda, de un lado a otro. Cuanto más público hay, más ruedas se forman, los narradores van cambiando de ruedas y los espectadores van pasando por distintos cuentos. Una manera entretenida y original de deleitarse con las historias, que son para todos cuando son buenas.
El próximo encuentro de esta rueda mágica será el último domingo de septiembre. Si van a nuestra sección “Correrías por el ciberespacio” de agosto, van a encontrar los datos virtuales de Lili Meier, para ponerse en contacto con ella, si quieren ir a narrar o a escuchar cuentos que, como dice Lili, “nos iluminan una zona del alma que uno no sabía que tenía encendida”. Amén.
Hoy: De ruedas, cuentos y luminiscencias.
El domingo 9 de septiembre a la tarde, me fui con mi credencial de la Agencia de Noticias Narranews al Centro Cultural Marcó del Pont, en el honroso barrio de Flores (Artigas 206), a unos pocos metros de la estación de trenes y, más importante aún, del mural del Ángel Gris.
Enorme casona antigua con paredes gruesas pintadas de blanco; jardín al frente, detrás de las rejas trabajadas; varias habitaciones despojadas y limpias, con puertas altas y angostas de madera, ventanales con postigos de madera y vidrios impecables; pisos de baldosas rojas, como las de la terraza de la casa de mi abuela; un patio lleno de verde, de cielo, plantas y una parra trepadora. El marco ideal para contar y escuchar cuentos, ahora que viene el tiempo lindo.
En la casona de los Marcó del Pont, Lili Meier coordina con dinamismo y cordialidad un ciclo de narración oral llamado “Ruedas de cuentos”, con la asistencia de Nadia, que materializa sillas dondequiera que se las necesita. De tanto vagar por el mundo de la cuentería, uno está acostumbrado a los micrófonos abiertos y a las tertulias participativas, pero la propuesta de Lili, encargada también de la puesta (y de la apuesta), es diferente.
Aquí se trata de volver a la antigua forma de narrar historias: un círculo de sillas en una o varias habitaciones, según la cantidad de congregados, con el infaltable servicio de café y té para convidar. No hay escenario, no hay micrófono, no se “pasa al frente”. Todos poseen el mismo nivel de palabra, sin jerarquías; todos juegan el mismo juego; todos tienen la misma posibilidad, si gustan tomarla. A cualquiera le puede aparecer un cuento saltarín de frente o de costado. Uno nunca sabe por dónde va a brotar la próxima historia. Así un grupo de personas transita un cuento, de una rueda a la otra (cuantos más vienen, más divertido). El único que dice “basta” es el tiempo del reloj porque hay que entregar la sala para otro evento. El público entra y se distribuye en la habitación que quiera, sin saber cuáles cuentos van a aparecer ahí. Y aparecen.
En la gacetilla de difusión, Lili Meier invitó diciendo: “¡Te estamos esperando! ¡Porque vienen todos! ¡Pero todos!” Y sí, vinieron todos: “Manucho” Mujica Láinez, Borges (lo juro) y Gabriel García Márquez. También apareció Benedetti, junto con un famosísimo escritor muy difundido, el señor De Tradición Oral.
Y así siguieron rodando los cuentos por la ronda, de un lado a otro. Cuanto más público hay, más ruedas se forman, los narradores van cambiando de ruedas y los espectadores van pasando por distintos cuentos. Una manera entretenida y original de deleitarse con las historias, que son para todos cuando son buenas.
El próximo encuentro de esta rueda mágica será el último domingo de septiembre. Si van a nuestra sección “Correrías por el ciberespacio” de agosto, van a encontrar los datos virtuales de Lili Meier, para ponerse en contacto con ella, si quieren ir a narrar o a escuchar cuentos que, como dice Lili, “nos iluminan una zona del alma que uno no sabía que tenía encendida”. Amén.
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