jueves, 5 de abril de 2012

Cine cuentero 33: Stay


Películas que hacen referencia a los narradores orales o al arte de narrar.

Stay, conocida en castellano como El umbral o Tránsito, es una película de suspenso a lo Hitchcock que se estrenó en 2005 con guión de David Benioff. Fue dirigida por Marc Forster, el mismo director de Más extraño que la ficción (Ver Cine cuentero 19). Vale la pena hacer esta última acotación ya que la película que nos ocupa hoy es más extraña que la ficción a la que nos tiene acostumbrados el cine comercial de Hollywood.

Cuenta la historia de un psiquiatra llamado Sam (Ewan McGregor) que trata de evitar que uno de sus pacientes, Henry Letham (Ryan Gosling), un estudiante de arte deprimido que carga con un gran sentimiento de culpa, se suicide dentro de tres días. Al intentar salvar una vida humana, el psiquiatra comienza a darse cuenta de que suceden cosas raras a su alrededor, que lo obligan a cuestionarse si no estará perdiendo él mismo la razón.

Si te gustan los enigmas, seguí leyendo. Si te disgustan las películas que te hacen pensar, saltá al párrafo siguiente ya. Si te gustan las películas al estilo Mulholland Drive, de David Lynch, te recomendamos esta, también aderezada con indicios sutiles y sugerencias visuales y sonoras que apuntan al subconsciente del espectador (mirá la película con un amigo psicólogo, así te ayuda, o con un escritor). Si te gustan los cuentos, el final de la película hace recordar, en cuanto a recursos estilísticos, a “El incidente del Puente del Búho”, del genial cuentista Ambrose Bierce (otro que tuvo un final extraño que dejó perplejo a más de uno, como el final de esta película). Si te gusta Shakespeare, invertí el orden de las dos sílabas del apellido del personaje masculino que, aparentemente, no es el protagonista de esta película (ojo con esta gran pista). No te va a resultar difícil entender qué cuernos quisimos decir con la frase anterior cuando, en la película, Sam llega al ensayo de una obra que, precisamente, es el apellido Letham al revés, o sea, Let-ham, ham-Let, Hamlet (más no te podemos ayudar). La frase preferida de la persona que está ensayando la obra es otra gran pista, como también lo es un parlamento del titubeante príncipe de Dinamarca (sí, Hamlet) que ya todos conocen, aunque no hayan leído nunca esa obra y no aparezca dicho nunca en pantalla, el famoso “Ser o no ser”, que es otro tema vital en la historia que se muestra en pantalla (y no elegimos el adjetivo “vital” de casualidad). Y ya que estamos hablando tanto de pantallas, fijate en la historia que se cuenta en imágenes en la pantalla del cabaret.

Pero como aquí reseñamos películas relacionadas con el arte de narrar y no es nuestra intención impresionar con nuestra inteligencia para detectar pistas (algo de ayuda recibimos), elegimos hoy esta cinta por un par de escenas en las cuales los personajes se cuentan historias. Apenas unos minutos después de iniciada la película, Lila (Naomi Watts) le cuenta a su novio Sam (Ewan MacGregor) un chiste sobre un rey, un campesino y una presa que será ultimada por el rey, que incluye una pista sobre la trama, claro que, en ese momento, uno no se da cuenta. Más adelante Leon (Bob Hoskins), un psiquiatra ciego, le cuenta a su colega Sam lo que, para algunos, es la explicación de los sucesos extraños que pueblan esta historia: la ya famosa anécdota referida por Sigmund Freud sobre un hombre que, después de la muerte de su hijo, sueña con un niño en llamas. En la primera versión del guión de David Benioff que circula por Internet, Leon puede terminar de contar la historia, no se ve (perdón por el chascarrillo) interrumpido en medio del relato por la llegada de Henry Letham, como sucede en pantalla. El director optó por abreviar esta escena, insertando una imagen significativa a modo de conclusión y explicación, que dura un instante y que apenas se percibe. En el guión Leon explica, a través de la historia que le cuenta a Sam, cómo aquello que nos rodea afecta nuestra psiquis, incluso bajo la forma de sueños (los famosos restos diurnos que usa nuestra imaginación onírica o nuestro subconsciente cuando soñamos). Estos dichos de Leon son de importancia capital para entender qué cuernos está pasando en esta película, en apariencia, delirante. Suponemos que, en esta escena, el director no quiso ser demasiado obvio y apostó a la rapidez del ojo humano para captar esa imagen insertada y sacar conclusiones sobre la marcha, y también confió en que los espectadores estarían familiarizados con La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud, y con su teoría sobre cómo los sueños son la manifestación disfrazada de deseos escondidos, sobre la manera en que el inconsciente manipula el conocimiento que le viene del entorno, sobre cómo nuestra imaginación trata siempre de protegernos y sobre la naturaleza frágil de la memoria y percepción humanas. Al parecer, fue una apuesta demasiado arriesgada, lo cual se reflejó en el mal desempeño de esta película en la taquilla y en los malos comentarios que recibió, algo bastante injusto, a nuestro modo de ver.

Para algunos, esta cinta es un ejemplo de aquello que Freud llamó “Das Unheimliche” (“the uncanny”, "lo opuesto a lo familiar"), que tanto ayuda a generar un clima perturbador o desestabilizador la primera vez que uno ve esta película (se necesita verla más de una vez y no en un cine). Para nosotros, es un ejemplo de los peligros que acarrea el no permitir que un narrador (Leon) termine de contar su historia, gracias a la tijera de un director. No hay nada más molesto que dejar un relato a medio narrar.

Si querés leer el cuento de Ambrose Bierce al que hicimos referencia anteriormente, hacé clic en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/bierce/puente.htm


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