domingo, 27 de marzo de 2011

Cuidemos el idioma 36

… y a las bibliotecas también,

BIBLIOTECAS ESCOLARES, A CAPA Y ESPADA. ESCRIBE ÁNGELA PRADELLI

Son el verdadero corazón de las escuelas. Ojalá todas estuvieran nutridas y bien equipadas. Para la mayoría de los chicos son la vía privilegiada de apropiarse de las posibles lecturas del mundo.

(…) Sabemos que Borges se figuraba el paraíso bajo la especie de una biblioteca, pero ¿qué imagen construimos de las bibliotecas escolares los alumnos, los docentes, los padres, los escritores, los directores? ¿Cómo observamos a ese organismo que algunos definen como el verdadero corazón de una escuela?

En varios de sus trabajos, el escritor y profesor George Steiner ensaya una hipótesis que resignifica el mito de Babel. Dice Steiner que, lejos de lo que siempre se afirma, la multiplicidad mil veces mayor de lenguas recíprocamente incomprensibles que antaño se hablaron en esta tierra no es una maldición. Steiner afirma que Babel es, por el contrario, una bendición. Y un júbilo. Y que todas y cada una de las lenguas son ventanas abiertas al ser y a la creación.

Tomemos esta idea de Steiner para poder pensar en espejo el concepto de biblioteca. Me refiero a las lenguas no sólo como los idiomas sino sobre todo como la multiplicidad de voces. A los múltiples lenguajes que hay incluso dentro de cada lengua. La biblioteca, que reúne varias lenguas y concentra muchos lenguajes, ¿no es una Babel bendita que nos permiten ver otros mundos a través de las lenguas?

La construcción lingüística dibuja en cada escuela una cartografía que une lenguas. "Llegué de Italia a los 12 años, cuenta el escritor Antonio Dal Masetto, y aprendí el idioma leyendo en una biblioteca de Salto, el pueblo donde habíamos ido a vivir con mis padres. Iba a la biblioteca porque me interesaban los libros. Había leído a Salgari, a Verne. Frente a la circunstancia de cambiar de idioma los libros sirvieron para incursionar en esta nueva lengua. No sé cómo habrán llegado los libros ahí, había de todo. Yo entraba y miraba los estantes y por ahí un título me sonaba, y a lo mejor era un título ilegible para mí, porque era filosofía. Pero me lo llevaba, intentaba, lo devolvía, volvía por otro".

Un chico de 12 años aprendiendo un idioma en el espacio de una biblioteca. Se trata del aprendizaje de una lengua, así que no son sólo palabras sino también matices, música, tonos, silencios. Dal Masetto, que luego será una de los más grandes escritores y hará de la lengua un oficio, aprende a hablar en una biblioteca. Ya no es una madre y un padre los que acercan las palabras sino que son los autores a través de sus libros y ese reemplazo resignifica la escritura.

Por otra parte, ¿alguien puede enseñar a hablar a otro si no lo ama? Si en la transmisión de una lengua siempre está presente el amor como vehículo, habría que pensar que en este relato de Dal Masetto el aporte quizás más importante sea la presencia del amor en quienes dan su palabra a los otros. Tendríamos entonces que pensar la biblioteca en términos de discurso, o mejor, de "fragmentos de un discurso amoroso".
(…)
Sobre la fusión de palabra y silencio amalgamados se instala la biblioteca en la escuela y desarrolla su vida en la que, como en un aleph exquisito, se superponen las presencias simultáneas de los escritores de todos los siglos.

Por eso, tal vez, una biblioteca puede ser una oscuridad insondable que al mismo tiempo nos ilumina.

Fragmento de la nota “Bibliotecas escolares, a capa y espada”, por Angela Pradelli escritora y docente, Premio Clarín de novela.

Fuente: Clarín. Más información: www.clarin.com

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