Más extraño que la ficción (Stranger than fiction) es una película estrenada a fines de 2006, escrita por Zach Helm y dirigida por Marc Forster.
La trama parte de una premisa interesante: Harold Crick (Will Ferrel), un empleado racional, gris y rutinario del IRS (la versión estadounidense de nuestra amada DGI) que vive pendiente de los dictados de su reloj pulsera (todo un personaje en esta historia), un buen día, cuando conoce a una mujer que se las trae (Ana Pascal, interpretada por Maggie Gyllenhaal) empieza a oír una voz femenina en su cabeza que le narra de manera omnisciente los sucesos que están por producirse en su vida, que desembocarán en la muerte irremediable de Harold.
Éste hace lo que cualquier ser humano “normal” haría en esas circunstancias: recurre a un locólogo. Una psiquiatra le diagnostica esquizofrenia. Como Harold no quiere aceptar ese diagnóstico y reconoce ciertos elementos literarios en la voz narradora omnisciente, la psiquiatra le sugiere que recurra a un experto en Literatura. Y así Harold conoce al profesor Jules Hilbert (Dustin Hoffman), que decide ayudarlo con su “problema narrativo”. Los dos tratan de descubrir, primero, en qué genero literario se ha transformado ahora la otrora vida trillada y estándar de Harold: ¿tragedia o comedia? Así identifican, luego, al autor o voz narradora: Karen Eiffel (Emma Thompson), famosa novelista que está atravesando por un bloqueo creativo y no puede escribir la novela pactada con su editor porque todavía no sabe cómo matar a su protagonista: Harold Crick y su reloj (No nos olvidemos de su reloj).
Esta película presenta situaciones con las que cualquier escritor se siente identificado: la creación de personajes tan vivos que parecen reales y tienen vida propia; las angustias frente a la página en blanco; los famosos y terribles bloqueos y compromisos editoriales; cómo al escribir una historia de ficción, de alguna manera, se puede influir en el mundo real; en suma, el acto creativo en sí.
Como nota adicional y curiosa, los apellidos de muchos personajes son los de famosos matemáticos, artistas influidos por las matemáticas (Escher), relojeros y científicos: Francis Crick, James Watson, Gustave Eiffel, David Hilbert, Nicholas Mercator, Blaise Pascal, Arthur Cayley, Gösta Mittag-Leffler, Leopold Kronecker (el ómnibus que atropella a Harold), Benjamin Banneker (la editorial de Karen), que le agregan un saborcito especial a una película entretenida y original con algunos planteos vitales y visuales interesantes.
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La trama parte de una premisa interesante: Harold Crick (Will Ferrel), un empleado racional, gris y rutinario del IRS (la versión estadounidense de nuestra amada DGI) que vive pendiente de los dictados de su reloj pulsera (todo un personaje en esta historia), un buen día, cuando conoce a una mujer que se las trae (Ana Pascal, interpretada por Maggie Gyllenhaal) empieza a oír una voz femenina en su cabeza que le narra de manera omnisciente los sucesos que están por producirse en su vida, que desembocarán en la muerte irremediable de Harold.
Éste hace lo que cualquier ser humano “normal” haría en esas circunstancias: recurre a un locólogo. Una psiquiatra le diagnostica esquizofrenia. Como Harold no quiere aceptar ese diagnóstico y reconoce ciertos elementos literarios en la voz narradora omnisciente, la psiquiatra le sugiere que recurra a un experto en Literatura. Y así Harold conoce al profesor Jules Hilbert (Dustin Hoffman), que decide ayudarlo con su “problema narrativo”. Los dos tratan de descubrir, primero, en qué genero literario se ha transformado ahora la otrora vida trillada y estándar de Harold: ¿tragedia o comedia? Así identifican, luego, al autor o voz narradora: Karen Eiffel (Emma Thompson), famosa novelista que está atravesando por un bloqueo creativo y no puede escribir la novela pactada con su editor porque todavía no sabe cómo matar a su protagonista: Harold Crick y su reloj (No nos olvidemos de su reloj).
Esta película presenta situaciones con las que cualquier escritor se siente identificado: la creación de personajes tan vivos que parecen reales y tienen vida propia; las angustias frente a la página en blanco; los famosos y terribles bloqueos y compromisos editoriales; cómo al escribir una historia de ficción, de alguna manera, se puede influir en el mundo real; en suma, el acto creativo en sí.
Como nota adicional y curiosa, los apellidos de muchos personajes son los de famosos matemáticos, artistas influidos por las matemáticas (Escher), relojeros y científicos: Francis Crick, James Watson, Gustave Eiffel, David Hilbert, Nicholas Mercator, Blaise Pascal, Arthur Cayley, Gösta Mittag-Leffler, Leopold Kronecker (el ómnibus que atropella a Harold), Benjamin Banneker (la editorial de Karen), que le agregan un saborcito especial a una película entretenida y original con algunos planteos vitales y visuales interesantes.
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