Fragmentos de una entrevista a Arturo Pérez-Reverte realizada por Adrián Sack.
Fuente: La Nación. Semana del 23 de abril de 2010.
(…)
–¿Considera que la vida es demasiado breve para escribir tanto como usted quisiera?
–Hay dos tipos de escritor: el que dice: "Quiero escribir, pero no consigo darme cuenta de qué escribir", y el que dice: "Quiero escribir y no encuentro el tiempo para hacerlo". Eso demarca dos tipos de literatura. Y yo soy de este segundo y último tipo. Tengo muchas historias que contar: mi vida es una continua elección entre lo que alcanzaré a contar y lo que morirá conmigo. Hay historias que viven conmigo y se transforman en novela, y otras que jamás llegan a fraguar. Soy alguien con mucho por contar, aunque ahora tengo ya 58 años y por más larga vida que me quede, no sé cuántas novelas podré escribir, tal vez cinco o seis más, así que tengo que elegir con mucho cuidado lo que hago y lo que no hago, porque lo que no haga ya nunca más lo haré, y en lo que sí decido hacer me puedo equivocar.
Vivir, leer, imaginar
Pérez-Reverte no duda en confirmar el estrecho vínculo que existe entre sus propias experiencias y su obra, aun cuando se muestra reacio a revelar detalles de esas correspondencias.
"Un novelista es producto de una sedimentación de vida; uno escribe sobre la base de lo que ha vivido, leído e imaginado. Yo no soy un escritor de barra de bar o de teoría de café, sino un escritor tardío que demora mucho tiempo en escribir porque ha pasado buena parte de su tiempo viviendo. Por eso mi novela tiene una mirada compleja, a veces dura, a veces cruel, ya que parte de mi vida. Javier Marías y yo, que somos grandes amigos, siempre decimos que somos dos chicos que en el colegio habíamos leído los mismos libros, con la diferencia de que él quería leerlos y yo, vivirlos", explica.
–¿Está también El asedio ligada a su propia experiencia y a sus preocupaciones?
–Yo sé que mi tiempo se termina, como el de todos, y hay asuntos que quiero resolver, dolores que quiero calmar, serenidades que quiero conseguir, insultos que quiero proferir y blasfemias que quiero gritar. Escribir es una forma magnífica para canalizar todo aquello de una manera serena, y novelas como ésta, amplias, complejas y caudalosas, me permiten liquidar varios aspectos a la vez. Es una novela que tenía que ser larga porque debía resolver, de una sola tajada, muchos de los problemas personales que tengo.
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