Comenta en una entrevista Daniel Sada, poeta, cuentista y novelista mexicano:
Escribo porque es un reto. Yo escribo por entusiasmo. Mi acceso a la literatura es con un goce y un placer absoluto. No escribo por desesperación ni por angustia ni porque me sienta en la incertidumbre de no entender el mundo. Yo creo que el acto creativo tiene que ser absolutamente gozoso. De pronto, claro, el gozo se permea con la angustia, con las bajas pasiones, con todo lo feo y lo horrendo del ser humano, pero ante todo está el gozo. Un creador necesita como premisa establecer una pasión gozosa.
Juan Rulfo fue mi maestro. (...). Él no era muy intelectual, era un artista y era muy intuitivo. Sobre la base de esa intuición, yo me formé. No era un teórico, no le interesaban los estilos, sólo quería que los personajes estuvieran sólidos y que la trama fuera lo suficientemente fuerte e impactante. Eso es lo más importante y ha sido una lección para mí.
Preguntado sobre si considera que es posible enseñar a escribir responde:
Los talleres no son fábricas de escritores, no se puede inocular talento, como decía Longino, el crítico de la Antigüedad. Hay cosas que se aprenden y cosas que no. Yo puedo enseñar técnicas narrativas, gramática, análisis de personajes, pero no a tener grandes ideas ni grandes emociones. Eso no lo puedo hacer.
(...)
Lo único que encuentro de diferente entre la literatura clásica y la actual es el mercado. Un autor como Homero o como Sor Juana Inés de la Cruz jamás pensarían en él. ¿O habrá pensado Cervantes cuántos ejemplares del Quijote iba a vender? La venta, la difusión de los libros no estaba en la mente de los escritores clásicos. Y si bien gran parte de la literatura que se escribe actualmente está en función del mercado, sustraerse de él es casi imposible.
Yo no puedo sustraerme del mercado. Sé que si me vuelvo muy descriptivo en mi prosa, voy a quedarme afuera y el mercado lo determinan ni más ni menos que los mismos lectores.La gente que nos lee actualmente es gente que va al cine, que ve televisión, es gente que utiliza Internet. El lector de hace algunos siglos no tenía esa referencia, se concentraba en el papel. Tampoco quieren descripciones muy detalladas, porque ya tienen la cultura de la imagen. Ahora las descripciones deben ser rápidas y precisas, no hay lugar para los hermanos Gouncourt que se tomaban quince páginas. Aunque yo tenga mis ritmos, tengo que buscar la rapidez, porque el lector actual es un poco exasperado. En las universidades norteamericanas se está analizando el problema de la concentración en la lectura y si antes un estudiante de Harvard leía tres horas diarias, ahora difícilmente lo haga más de una hora. El mundo moderno nos instala una gama de distractores por todos lados. Estamos saturados. Uno tiene que tener en cuenta el hecho de que el lector se puede escapar en cualquier momento. (...) Como diría Rubem Fonseca: el que ha muerto es el lector, no la novela”.
El castellano neutro no me convence para nada. Los argentinos deben escribir como los argentinos y los mexicanos como tales. Si nos ponemos a buscar un lenguaje neutro, le quitaríamos toda la fuerza al castellano. Yo siento, y esto ya lo decía Alfonso Reyes, que para que las lenguas se mantengan vivas necesariamente se tienen que contaminar de localismo, del barrio y de otras lenguas si se puede. Mientras están contaminadas están vivas. Si apostamos por un lenguaje neutro matamos nuestro idioma, como le pasó al latín culto.
Fragmentos de una entrevista realizada por Guido Carelli Lynch publicada en la Revista Ñ del 14 de febrero de 2009, págs. 18 y 19.
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1 comentario:
TOTALMENTE de acuerdo con Guido Carelli. Coincido con los diferentes conceptos que vierte en esta entrevista. También admiro muchísimo a Juan Rulfo aunque no tuve la dicha de conocerlo personalmente. Laura Nicastro
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