Edgardo Giménez, artista, diseñador gráfico y “cronista” del Di Tella: “El arte no es un pasatiempo, sino una necesidad, como comer”.
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–En las épocas de crisis las personas se aferran a una agenda de lo que siente como más verdadero y palpable. Cuando se destruyeron las Torres Gemelas en Nueva York la gente se instaló en los museos de la ciudad. Nadie les sugirió, menos obligó esa conducta, pero es evidente que querían estar en contacto con algo que les permitía detectar una sensación más espiritual y asible por encima de la carencia total a su alrededor...
–¿Carencia total de qué? –pregunta el entrevistador.
–De todo lo que es el consumo materialista que en forma súbita puede desaparecer y no quedar nada. Yo la cito a la actriz Olinda Bozán (1894–1977) que decía “¿qué me podés decir vos con la plata que yo tengo?”. Era una ironía redonda de los años cuarenta, pero sintetiza nuestros tiempos cuando el poder económico tiene mucho mayor importancia que el verdadero talento. El hecho artístico sintoniza situaciones más delicadas, que muchas personas necesitan para enfrentar momentos difíciles.
–El arte en estos momentos representa poder económico, la prueba está en los precios de los remates, desde un Van Gogh comprado por un coleccionista japonés hasta el inglés Damien Hirst (1965), que es de ahora. Eso casi se enfrenta a lo que usted dice –comenta el entrevistador.
–Así parece. Está bien, es un concepto norteamericano que todo lo que puede tener valor en plata tiene precio, pero hay una mayoría de gente que se acerca al hecho artístico y éstos no tienen cómo comprar una obra, esas personas se acercan al arte de otra manera, para sentirse gratificada, no al nivel cotidiano del trabajo para sobrevivir. En mi caso, el hecho artístico me ha salvado la vida, considero que es la cosa más noble que ha inventado el ser humano, los artistas son gente sumamente especial para superar el momento más complejo. Un bailarín ensaya para que un paso de su baile asombre al público, ofrece un deleite personal que comparte. Si vamos al caso que usted insinúa, ¿dónde está el deleite personal que puede ser compartido en la política?
–¿Para usted sería un pincelazo preciso?
–Para mí sería la gente que está en otra dimensión y con otros valores. Es incomparable. Tengo una gran admiración por la capacidad de ofrecer algo preciso que deleita, toda mi vida me he nutrido de eso. Por ejemplo, miro la actuación de Meryl Streep en su última película, La duda, y me parece un regalo extraordinario. Es un ejemplo de alguien que puede modificarle el día a uno. Así hay numerosos artistas que todo el tiempo me han modificado y me han hecho la vida “interesante”, me han obligado, a raíz de detectar eso y sentir una sintonía con ellos, a revisar una cantidad de valores que uno tiene respecto de las cosas y cambiarlas. Eso ocurre únicamente cuando uno tiene interés. Para mucha gente el hecho artístico no es eso, no pasa de un divertimento transitorio. Requiere una decisión personal. Hay que buscar que el arte opere de una manera extraordinaria. El arte nunca me ha defraudado, siempre ha sido ganancia.
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– (...) la función pública consiste en instalar estorbos. El saber tiene que ser para mejorarse. Romero Brest (el crítico de arte Jorge (Aníbal) Romero Brest (1905-1989), director y factótum del Instituto Di Tella) decía que ser culto es ser mejor persona. Si todo lo que uno sabe no beneficia para ser mejor no sirve para nada. (...) Lo que hizo Romero no tuvo aprobación, todo estaba hecho en un ambiente de desaprobación. Tenía una gran seguridad en lo que creía y no esperaba consenso ni que la gente aprobara. El seguía adelante con lo que él creía que tenía que hacer, aun con todos en contra. Ese tipo de determinación no la he visto nunca más. Era maravilloso. Una frase genial de él que yo usé bien grande en un libro mío fue, “No es cierto que más vale pájaro en mano, hay que preferir los cien volando”. Es la inversión del concepto materialista. (...)
–(...) El arte no es un pasatiempo, sino una necesidad, como comer todos los días. (...) Romero Brest otra vez dijo: “hacer cultura no es extenderla a más gente, pasar ballet por televisión o mandar un tren cultural a las provincias. El concepto básico debe ser la calidad de vida que es la originalidad de cada ser humano, la autenticidad que lo hace distinto, con o sin plata, con o sin conocimientos”. Otra vez Romero comentó: “Uno de los síntomas de desaparición de la cultura es el absoluto desfasaje entre teoría y práctica”. Tenía muchas de esas visiones puntuales de un alcance enorme.
–(...) ¿Cómo quiere que lo recuerden?
–Como un tipo que hizo un aporte de felicidad para la gente, que el arte proporcionara felicidad. Y deseo que mi lápida diga: Aquí yace Edgardo Giménez, el artista que no aburrió a nadie.
Fragmentos de una entrevista realizada por Andrew Graham-Yooll.
Fuente: Página 12
Más información: www.pagina12.com.ar
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