martes, 29 de mayo de 2012

Cine cuentero 35: La chica de la capa roja

Películas que hacen referencia a los narradores orales o al arte de narrar.


La chica de la capa roja (Red Riding Hood) es una película de suspenso y fantasía estrenada en 2011, dirigida por Catherine Hardwicke (la misma directora de Crepúsculo, y se nota), producida por Leonardo Di Caprio y protagonizada por Amanda Seyfried (la muchacha del título). El guión se basa en la historia de Caperucita Roja recopilada por Charles Perrault y por los Hermanos Grimm, fusionada con la leyenda del hombre lobo.


Aclaramos que esta película no tiene el propósito de ser una comedia, aunque pueda parecerlo por nuestra crónica. Pero tiene cada instante…


En una aldea medieval cerca de un bosque vive Valerie, una hermosa muchacha (Amanda Seyfried) enamorada desde la infancia de Peter, un joven leñador cuyo nombre hace referencia al cuento tradicional ruso “Pedro y el Lobo” según el material promocional de la película. Los padres de Valerie deciden casarla con un mejor partido, Henry, el joven herrero del pueblo (parece ser que los herreros ganan más que los leñadores, y hasta en la Edad Media había conciencia de clase y ascenso social). Gran crisis sentimental de Valerie y Peter. Antes de que la pareja de amantes pueda huir del poblado hacia un destino mejor, interviene un lobo (o quizás un hombre lobo, lobizón, licántropo o como quieran llamarlo), que no tiene mejor idea que matar a la hermana mayor de Valerie. Así nos enteramos de que estamos en época de luna llena, pero no cualquier luna, sino una luna llena roja, al parecer un fenómeno astronómico que altera bastante al hombre lobo que vive en el bosque (¿le vendrá el período?), obligándolo a romper el acuerdo de paz establecido desde hace veinte años con los lugareños, quienes todas las noches de luna llena le ofrecen a la bestia un cerdito o un chivito sabrosos, para que el predador se deje de masacrar seres humanos una vez por mes. Y, los lobos malos del bosque también tienen que comer, caramba.


En este momento, con la hermana recién machacada por una bestia feroz, la abuela de Valerie no tiene mejor idea que regalarle a la muchacha… sí, acertaron, una capa roja, que la anciana le estaba preparando para el día de su boda. También le da un buen consejo: en caso de crisis, nena, comé hidratos de carbono (no está de más mandar este mensaje “subliminal” en contra de la bulimia y la anorexia, ya que esta es una película dirigida a adolescentes). Mientras tanto, el sacerdote del pueblo (Lukas Haas), sobrepasado por los acontecimientos (aunque, al parecer, cualquier cosa puede sobrepasar a ese muchacho timorato), solicita la ayuda del Padre Salomón (Gary Oldman), un famoso clérigo exterminador de hombres lobos, brujas y atentados similares contra la Fe de la Iglesia.


El Padre Salomón llega al pueblo como todo un Gran Inquisidor, y si alguien vio una escena parecida a cargo de F. Murray Abraham en El nombre de la rosa sabrá de lo que estoy hablando. El Padre Salomón hace su entrada triunfal envuelto en una túnica púrpura; parece una mezcla de estrella de rock sexy y monje pervertido o lunático con acento estrafalario. Lo acompañan guerreros moros, otomanos o algo así (o sea, negros en plena Europa medieval), embutidos en armaduras brillantes y armados con grandes espadas y ballestas; un elefante de metal, de tamaño natural, como método para obtener “confesiones”… y dos hijas pequeñas con la nodriza. Bueno, el sacerdote, además de exterminar hombres lobos, también tiene que dedicarle tiempo a su familia.


¿Y qué es lo primero que hace el Padre Salomón en cuanto llega al pueblo? Pues contar un cuento, qué tanto.


Sí, en serio. Rodeado en semicírculo por las buenas gentes del pueblo, Gary Oldman les narra la ya famosa historia (él se transforma en protagonista) del hombre que un día, cazando un hombre lobo, le corta una pata, la mete en su morral, vuelve a la casa y encuentra a la esposa junto a la chimenea con un vendaje en la mano… bueno, ya conocen el final. Todo muy teatral, muy impresionante (tiene pasta de narrador este muchacho, con sus desplazamientos escénicos y matices vocales). Como broche de oro de la historia, un soldado muestra a los lugareños una caja de madera y, adentro, una mano femenina hermosa, blanca, delicada, con una manicura impecable... Digo yo: ¿habría métodos de embalsamamiento en la Edad Media? Porque este hombre anda dando vueltas por el reino con la mano de la difunta esposa en una caja desde hace varios años. Lo que hace un buen narrador para aderezar su historia…


Después, el Padre Salomón siembra la paranoia en el pueblo, instando a todos a sospechar de su vecino o de su mejor amigo, que bien pueden ser un hombre lobo disfrazado. Al principio, nadie le hace caso y esa misma noche, los pobladores celebran la supuesta muerte del hombre lobo (de hecho, un pobre lobo gris cazado por error) con un baile tribal erótico y una escena cuasi lésbica entre dos muchachas jóvenes y bonitas. ¿Con un inquisidor de la Iglesia en el pueblo? Cuiden las formas, muchachos… En un momento del baile, aparece un hombre disfrazado de lobo que le grita a tres hombres que llevan máscaras de cerdo: “¡Soplaré, soplaré, y tu casa derribaré!”. ¿Les recuerda algo esta frase? No entiendo muy bien por qué después el hombre disfrazado de lobo se tira encima de otro hombre medio borracho que está tirado boca abajo en el suelo y lo trata de embestir con la pelvis. ¿Qué casa querría derribar? Bueno, es demasiado para mí. Pero no nos distraigamos: acá lo mejorcito es Gary Oldman, que se “come” la película (jo,jo).



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