martes, 28 de agosto de 2007

Cine recomendado por los visitantes del blog

La sección Cine cuentero está generando mucha repercusión e interés (¡Gracias, gracias!). Como el equipo de Producciones del Villano ya tiene los ojos cuadrados de tanto mirar la pantalla, aquí abrimos una nueva sección, para que todos aquellos interesados se recomienden películas que hagan referencia a los narradores orales o al arte de narrar. Por favor, incluyan una breve justificación que avale la inclusión de la cinta en esta categoría (Garganta profunda no va, no insistan). Vale aclarar que los comentarios de los visitantes no han sido corregidos ni editados, para garantizar la autenticidad.


Paula Martín dice: “Se me ocurrió dentro de las películas para comentar La princesa prometida. Es vieja pero está para alquilar. La historia sin fin no es de cuenta cuentos pero sí de cómo se entreteje la ficción con la realidad.”

Gimena Blixen comenta: “Y me vino a la cabeza mientras leía una película que vi hace cientos de años Tomates verdes fritos, que también tiene mucho que ver con quien cuenta a otro una historia y cómo esa narración puede modificar vidas.”

Sara Wachler nos escribe: “Me gustaria hacer mi aporte a la seccion de peliculas, con una que le recomende a cada cuentacuento que me cruce.
Su nombre El laberinto del fauno, donde el cuento, la fantasia, permite a una niña inmersa en una situacion horrible, entre la guerra civil española y el padrastro, evadirse de la realidad para poder soportarla.
No cuadra entre las peliculas donde hay un narrador, sino que toda la pelicula es un cuento mezclado con la realidad.
Estoy de acuerdo con los comentarios de la seccion en las peliculas que vi, Los sospechosos de siempre y 300, y me voy a agendar para conseguir las otras.”

Juan Parodi colabora: “estuve haciendo memoria y recorde una peli que vi creo que a principios de este año que se llama Caché (Escondido) y si no recuerdo mal tiene una escena maravillosa en donde durante una cena uno de los personajes cuenta una situacion y es un momento de narración oral pura, voy a investigar y te mando mas detalles. Besos.”


Acá abajo, en los comentarios, hay más recomendaciones de los visitantes del blog.
Esperamos tus sugerencias que, seguramente, le servirán a más de uno para ir al cine o para alquilar una buena película un día de frío y lluvia.

Cine cuentero 5: Los sospechosos de siempre (1995)

Películas que hacen referencia a los contadores de cuentos o al arte de narrar.

Los sospechosos de siempre (The usual suspects) es una película que se estrenó en Argentina en 1996, dirigida por Bryan Singer. Una joyita. Cuenta la historia de un tal Roger “Verbal” Kint (Kevin Spacey), un delincuente de poca monta que está siendo interrogado en una comisaría por una masacre e incendio a bordo de un buque en un puerto de Los Angeles. Como ya han pasado muchos años y esta película se ha transformado en un clásico, no considero injusto revelar ciertos detalles de la trama. Verbal (nunca mejor puesto un apodo) le cuenta al detective que lo interroga acerca del cerebro detrás de semejante baño de sangre en el puerto: un tal Keyser Soze que, en el mundo del crimen organizado, sería algo así como el cuco más tenebroso, temido hasta por los delincuentes más recalcitrantes.

Verbal hace una narración de los hechos en la oficina del detective encargado del caso, como si le estuviera contando un cuento a una sola persona (los espectadores vemos flashbacks con el relato). Una vez terminada su declaración, le conceden inmunidad policial en su carácter de testigo protegido, y Verbal se marcha. Al final de la película, cuando abandona la comisaría, el detective (y nosotros) nos damos cuenta de algo (y la verdad nos cae encima como un edificio): Verbal “narró a título”. Si no saben lo que esto significa, pregúntenle a Alberto Lucero, de La Kuentera o a Vivi García, de la Manzana de las Luces. El detective, de pronto, comienza a notar ciertos detalles de la historia de Verbal que aparecen reflejados en determinados objetos que tiene en su oficina y sobre su escritorio. Esos objetos le sirvieron a Verbal (nunca mejor puesto el apodo, dije) para inventar el cuento que le “vendió” al detective. Para improvisar su relato, usó un cuadro en la pared, una cajita sobre el escritorio del policía, la marca de las tazas en las que los dos habían estado tomando café. Narró “a título” y con solidez, según lo que le inspiraba el entorno en ese momento. Y hay que volver a ver la película, para detectar las pistas sutiles del relato que pasamos por alto la primera vez. Todo está bien visible, sólo que uno no lo percibió. A propósito, aquellos que saben inglés, elijan la versión subtitulada, no la doblada al castellano; oigan y escuchen.

Verbal Kint es la única fuente de información en toda la película; solo podemos ¿confiar? en él para tener un punto de vista sobre los hechos sucedidos. Es un mentiroso consumado, un artista de la improvisación oral. ¿Acabamos de ver una gran mentira? ¿Un engaño de principio a fin? ¿A un cuentero, en el sentido peyorativo del término?

De acuerdo con el director de la película, “söze” en turco significa “hablador”, “parlanchín”. Si lo sumamos a la transliteración turca del término alemán “kaiser”, según Bryan Singer, nos da que “Keyser Soze” es un “rey oral”. En suma, un mago palabrero.

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Crónicas contables 4

HOY: De cuentos, muñecos y efectos extraños.

Como cronista cuentera acreditada por la Agencia de Noticias NarraNews (creada por J.J.D.), hace poco se me encomendó una misión difícil: investigar el efecto extraño que tienen los cuentos infantiles sobre los adultos que llevan a sus tiernos vástagos a un espectáculo de esta naturaleza.

Fiel a mi estilo de documentar eventos raros, pero verídicos, que suceden en el mundo de la narración oral (planeta estrambótico, ya de por sí), me fui alegremente al Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, que queda en la Avenida Infanta Isabel 555, frente al puente del Rosedal de Palermo, en Buenos Aires.

Allí, todos los domingos a las 15, la narradora oral Marcela Ganapol presenta su espectáculo “Eran tres y un precipicio”, con la puesta en escena de Juan Parodi, y con la musicalización y gráfica de Tony Valdez. Marcela cuenta las historias asistida por instrumentos musicales y unos muñecos encantadores (no títeres) confeccionados por Julieta Estéves para el espectáculo. Ah, de vez en cuando, también participa un tren cercano como efecto especial, hábilmente integrado en la narración. Yo creo que la asistente técnica Malena Valdez Ganapol se ha puesto de acuerdo con el personal del ferrocarril, para que el tren de verdad pase justo cuando los personajes del cuento toman un tren de mentira (si quieren ver más fenómenos de esta clase, lean la Crónica Contable 2, “Palabreros en Mataderos”)

No sería justo que les cuente de qué se tratan las historias, van a tener que ir a ver este espectáculo ingenuo (en el buen sentido de la palabra), espontáneo y original. Sólo les diré que, una vez, a los pocos minutos de iniciada la función, se me ocurrió mirar a mi vecina de asiento, que había traído a sus nietos. Me sorprendió ver la expresión en los ojos de esa buena mujer: se le habían transformado en los de una niñita que está descubriendo lo maravilloso que es el mundo por primera vez. “Vamos bien”, me dije y me acomodé mejor en mi asiento, lista para disfrutar del momento.

No sé lo que pasa, debe de ser por los cuentos, pero los adultos, durante la función (y he asistido a varias) salen de su contexto “normal” y entran en un situación especial de juego, más que los chicos, me arriesgaría a decir. Ingresan en un período de especulación libre, a través de los objetos materiales a los que recurre la narradora oral para contar su historia. Todos entramos en un estado de regresión. Nos volvemos inocentes, alegres y traviesos. Y es lindo.

Hay voluntarios entre el público que, de buena gana, dan una mano haciendo salir el sol o la luna. Por supuesto, el resto de la audiencia aplaude la intervención (o equivocación) de estos utileros espontáneos. Toda la función es una experiencia conmovedora de comunicación directa, facilitada por la habilidad y rapidez de la contadora de cuentos para absorber las sorpresas y la espontaneidad del público e integrarlas en el relato. Cuando salen a escena los pollitos (no les voy a decir cómo), muchos adultos se enternecen y lanzan un “¡Ay, qué lindos!”. Una vez, cuando apareció el precipicio, un señor buscó rápidamente el programa de la función y lo empezó a leer (sí, el precipicio también es un personaje de la historia. Supongo que este hombre lo estaría buscando en la lista del elenco. ¿?). Otra vez, un caballero del fondo se puso a mugir con mucha sensibilidad y desafinación, para acompañar las proezas de la vaca en el escenario. Aclaro que estas reacciones son del “público virgen”, no de los familiares de Marcela Ganapol. Afortunadamente, todavía queda gente sin temor a la vergüenza o al ridículo, que inhiben tanto a los adultos normales, y se autoriza a darse un poco de placer. Total, como es un espectáculo para chicos…

Los muñecos, la música, un botellón con agua, unas gotas de tintas de colores provocan estados imaginativos muy satisfactorios, sin distinción de edad. Los cuentos generan placer, entusiasmo, asombro, euforia y ganas de “¡Una vez más, por favor!”. Muchos adultos se reencuentran con el niño interior, el “yo” que todavía sabe jugar, que no se nos ha olvidado ni perdido por el camino. Y se entregan sin tapujos a usar la imaginación lo más posible (aprovechen, es gratis).

Creo que hay que dejar de tenerle miedo al niño que hay en nosotros. Ojo, no estoy hablando de transformarnos en unos irresponsables que no nos hacemos cargo de las consecuencias de nuestros actos. No es eso. Sólo es cuestión de darse permiso para entregarse a los cuentos (una dulce y grata rendición, créanme). Por eso recomiendo este espectáculo que, como Marcela indica en el “copete” de su afiche, es: "Para chicos (hasta 10 años) y para todos aquellos que se dejan llevar por la magia de las historias". Así sea.



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Correrías por el ciberespacio

En esta sección, se incluyen espacios interesantes en Internet relacionados con la literatura y la narración oral.

Ana María Bovo (actriz, docente, narradora de historias, dramaturga, directora teatral)
www.anamariabovo.com.ar

Ana Padovani (narradora oral)
www.anapadovani.com.ar

Asociación Artes Escénicas
www.artesescenicas.org.ar
www.culturaydesarrollo.com.ar
www.mensajerocultural.org

Casa de Letras, escuela de escritura y oralidad
http://www.casadeletras.com.ar

Círculo de Cuentacuentos (Buenos Aires)
http://www.circulocuentos.com.ar

Confabulados (grupo de narración oral)
http://con-fabulados.blogspot.com

Cuatro para contar
www.cuatroparacontar.com

Fernando Sorrentino (escritor)
www.fernandosorrentino.com.ar

Grupo Cuentos y Encuentros
http://cuentosyencuentros.blogspot.com

Grupo Sarna con Gusto (teatro, títeres, narraciones)
http://gruposarnacongusto.blogspot.com

Invencionart. Originalidades, rarezas (creaciones, invenciones y teorías literarias, artísticas y orales artísticas)
http://invencionart.blogspot.com

Jesús Lozada (narración oral y poesía, tradición oral y cultura popular)
www.archipielagodelapalabra.blogspot.com

Lili Meier (actriz, narradora oral de cuentos)
www.lilimeier.com.ar

MOvimiento ROsarino de NArración Oral
http://moronao.blogspot.com

Paula Martín (contadora de cuentos)
http://www.sembrando-cuentos.com.ar

Pedro Parcet (narrador oral)
http://www.cuentosafricanos.blogspot.com (cuentos africanos para niños)
http://cuentosafricanos.com (cultura y cuentos africanos)

Rodolfo Castro (cuenta-cuentos, escritor)
www.habitantedelcuento.com

Xavier Colomer-Ribot (escritor y periodista)
www.totguixols.cat

Cine cuentero 4: El imperio del fuego (2001)

Películas que hacen referencia a los cuentacuentos o al arte de narrar.

El imperio del fuego (Reign of fire) es una película futurística de acción dirigida por Rob Bowman, que se estrenó en Argentina en 2002 y que todavía se puede conseguir en algún videoclub.

La película comienza en el año 2002, en Londres, mientras se está construyendo una ampliación de la red de subterráneos. En un túnel profundo, los obreros tienen la mala suerte de despertar de su hibernación a un gigantesco dragón prehistórico que, después de incinerar a varios, huye y comienza a reproducirse a velocidad exponencial. El único sobreviviente es un niño de 12 años, Quinn Abercromby, cuya madre era la jefa de la cuadrilla de trabajadores, antes de que la hicieran a las brasas delante de su hijo, que había venido de visita a los túneles. Muy pronto, miles de dragones dominan Europa y el resto del mundo que, a estas alturas, ya está hecho escombros y cenizas, un poco por los dragones lanzafuego y, otro poco, debido a las armas empleadas por las potencias mundiales para derrotarlos.

De ahí saltamos al año 2020, a una Inglaterra post-apocalíptica. Un Quinn adulto (Christian Bale) encabeza uno de los pocos grupos de sobrevivientes, refugiados en un castillo medieval en Northumberland. La humanidad ha involucionado, no hay tecnología, ciencia, comunicaciones, ni informática (no ha quedado casi nadie para manejar las máquinas). Apenas se sobrevive a duras penas como en la Edad Media y no conviene salir al exterior, porque en cualquier momento, se corre el riesgo de ser cocinado al spiedo por los dragones voladores.

Y qué tiene que ver todo esto con los contadores de cuentos?

Imagínense un mundo sin televisión, cine, Internet, teatro, sin nada. En la mitad de la película, hay una escena maravillosa, en la cual Quinn entretiene a los niños y adolescentes harapientos y mal alimentados que viven en el refugio. Hay que hacer algo, porque los chicos no pueden salir a jugar ni a pasear al exterior, por el peligro de los dragones voladores. ¿Y qué hace Quinn? Les narra una historia, por supuesto. ¿Cuál? Una que lo marcó de chico, cuando la vida era buena y se podía mirar al cielo sin temor. Les cuenta una película que vio en el cine, un episodio de El imperio contraataca. Sí, de la trilogía de La guerra de las galaxias. Quinn, sin recurrir a “la cuarta pared” ante su audiencia, les narra, junto con un compañero, la famosa escena del duelo entre el buenísimo de Luke Skywalker y el malísimo de Darth Vader, que culmina con la famosa frase icónica: “Luke, soy tu padre” que, a estas alturas, ya es parte de la cultura de nuestro siglo (acuérdense que la película se desarrolla en 2020).

Aquí vemos a un contador de cuentos del futuro que, con sus relatos de una nueva tradición oral, mantiene viva una parte del acervo cultural de esa humanidad destruida y usa lo que tiene a mano: su cuerpo, su voz, su imaginación, un pequeño escenario, un pedazo de tela a guisa de capa, un par de palos a modo de sables láser. Un narrador oral “haciendo” cine y transmitiendo historias para el disfrute de sus interlocutores.

Rescato un diálogo al final de esta escena deliciosa, que más de un narrador oral sabrá apreciar en todas sus implicancias. Cuando termina la “función”, uno de los jovencitos le pregunta a Quinn:
–¿Esta historia la inventaste vos?
¿Y qué le puede contestar Quinn? Lo que responde un buen contador de cuentos en estos casos:
–Por supuesto, yo la creé.
Y tiene razón.
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Crónicas contables 3

De un Villano entrometido.

HOY: De admiradores, secretos y bodegas.

Fiel a mi estilo de documentar eventos extraños, pero verídicos, que suceden en el mundo de la narración oral (universo raro, ya de por sí), hace unas semanas, me fui a la Bodega del Café Tortoni en Av. de Mayo 825, Buenos Aires. Allí presenta sus espectáculos, desde hace varios años, el Grupo Cuentos y Encuentros, formado por Lucía Andrada, Carmen Blanch, Emma Di Marzo, Betty Ferkel, Gisele Glasman y Clía Tasso, bajo la dirección de Juan Parodi.

Ahora bien, todos sabemos que el escenario enamora. Es algo irresistible e imprevisible. Debe de ser magia o perspectiva, no lo sé, pero desde ahí arriba, uno se ve más alto, más flaco, más atractivo, más simpático, más inteligente, más todo (¿Dónde hay un escenario, que me subo?). Tanto cautiva la escena que las narradoras del Grupo Cuentos y Encuentros se han conseguido ¡un admirador secreto! (No por nada el grupo se llama así.)

Sí, por lo que me enteré, hay un caballero mayor que no quiere darse a conocer (sus motivos tendrá) y que, de vez en cuando, se da una vuelta por la bodega del Tortoni, para ver a sus contadoras de cuentos favoritas. A veces, les deja chocolates como ofrenda. La tarde en la que estuve yo, ¡les llevó una caja de bombones de fruta! ¡Un primor!

Por supuesto, las narradoras no conocen a este admirador secreto (claro, si no, no sería secreto). Cuando él le entrega subrepticiamente sus obsequios sinceros al director de la compañía, ellas están tras bambalinas, esperando el pie para iniciar el espectáculo. Así que se tejen las más variadas hipótesis.

Esto que les voy a contar ahora no lo sabe todo el mundo porque, con mi credencial de cronista cuentera (Cx3), tengo acceso privilegiado tras bastidores (no por nada trabajo para la Agencia de Noticias NarraNews). El día de los bombones de frutas, entregados puntualmente por el director en el “tercer tiempo” privado del grupo, las narradoras sometieron a Juan Parodi a un intenso interrogatorio respecto de la identidad de este caballero. Poco faltó para que llamaran a un dibujante, para hacer un retrato hablado, como en las películas policiales. Luego, decidieron rendirle honores al obsequio en el próximo ensayo (la narración oral engorda). Así que, señor admirador secreto, yo le digo que las tiene aleladas y en ascuas. ¡Bravo!

Al resto de las damas cuenteras, no se preocupen. Una nunca sabe lo que genera desde el escenario con esto del hechizo de los cuentos. Quién les dice, capaz que hay más de un admirador secreto revoloteando por el interesantísimo mundo de la narración oral. Sólo es cuestión de estar alertas…


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martes, 21 de agosto de 2007

Reflexiones: Simbiosis escritor-narrador oral

Un enfoque biológico para la interacción, a veces, complicada entre estos dos seres. ¿Cómo nos relacionamos? ¿Qué hacemos? ¿Qué no hacemos?

Como la Madre Naturaleza es más sabia que yo (gracias a Dios), quisiera proponer esta reflexión basada en un enfoque orgánico y biológico. A mí me está dando buenos resultados al tratar este tema, en ocasiones, tan conflictivo para los escritores y narradores orales.

En el campo de la biología, la simbiosis es un tipo de interacción en la cual una especie no puede vivir sin la otra, es decir, hay dos organismos que se benefician mutuamente al relacionarse entre sí. Esta asociación es ventajosa y, a veces, necesaria para la supervivencia de las dos especies. No es perjudicial ni dañina para ninguna de las dos. Un ejemplo típico de simbiosis, que ustedes seguramente recordarán de la escuela, es la relación entre la anémona de mar y el cangrejo ermitaño (no sé por qué me siento identificada con este último bichito cuando escribo).

Si extendemos este concepto de simbiosis al mundo de la escritura y de la narración oral (el ecosistema de la palabra), veremos que ahí también se puede aplicar. Y con éxito. Los escritores necesitamos que nuestras obras se divulguen. (¿Les dije que el señor Perogrullo es pariente mío, no?) Nadie escribe un texto para ocultarlo en un cajón, sino para someterlo a la consideración del receptor (lector) en un acto de arrojo y humildad. Los contadores de cuentos ayudamos a la difusión de la obra del escritor al introducir ciertos cuentos literarios en nuestro repertorio. Por mi experiencia como escritora y narradora oral, mis cuentos sueltos ruedan más rápido y llegan más lejos a través del aire. Parece ser que el libro de papel tarda más en desplazarse.

Digo yo, ¿por qué no aprovechar y hacer una simbiosis? Dentro de ciertos límites, por supuesto, establecidos por el código de ética de la narración oral y las normas de conducta de los contadores de cuentos al adaptar un texto escrito a la oralidad. Aquellos interesados pueden leer reflexiones al respecto en este blog, tituladas Adaptación de textos escritos para la oralidad y ¿Querrá esta autora que otros narren sus cuentos?

Como el desconocimiento infunde temor y rechazo, sería conveniente que los escritores (tal vez con la ayuda de los contadores de cuentos) se interiorizaran en el arte de narrar, sus técnicas y filosofía. No estoy postulando que los escritores se transformen también en narradores orales, pero si quieren hacerlo, créanme, hasta les puede mejorar la pluma. No todo escritor, por el mero hecho de haber redactado su historia, está capacitado para leer su texto en voz alta y, menos, para narrarlo oralmente en escena ante una audiencia. Como es necesario aprender a escribir bien, también se necesita aprender a narrar bien, más allá de la facilidad o aptitudes que uno traiga desde la cuna. Los contadores de cuentos pueden ser una herramienta de difusión y una estrategia de marketing fabulosas para un autor.

Aquí hago una digresión y les comento que, de tanto andar por la biosfera palabrera, tengo el olfato desarrollado para darme cuenta de cuándo un contador de cuentos también es escritor, aunque no lo divulgue abiertamente. Cuando un narrador oral termina de contar su cuento en escena ante su público, y además de decir el título del relato y el nombre del autor (como buen profesional que es), comenta en qué libro está ese cuento, entonces apuesto plata a que también es escritor. Es una especie de deformación profesional relacionada con la difusión del libro, que aparece hasta cuando se narran cuentos ajenos. Presten atención y se van a dar cuenta de este detalle revelador.

Ya que estamos, hay un aspecto de la simbiosis que vale la pena recalcar. Algunos docentes de narración oral y talleristas a veces me preguntan si pueden usar mis libros como bibliografía para sus clases. Yo les digo que sí, por supuesto, pero con una condición. Si quieren entregar material a sus alumnos, no hay problema en que fotocopien un cuento de alguno de mis libros, citando título de la obra, nombre del autor y, en lo posible, editorial y año de edición (como corresponde con cualquier cita bibliográfica). Pero solo un cuento por libro, no más. ¿Por qué? Fotocopiar mata al libro y, por ende, mata al escritor. Lamentablemente, vivimos en una economía capitalista; si un autor no vende mucho, no resulta una inversión atractiva para que las editoriales lo sigan publicando. Y ese autor no puede seguir escribiendo. Es duro y triste, pero el mercado es así. Y si los escritores nos morimos, los narradores orales nos vamos a quedar cada vez con menos fuentes donde encontrar repertorio y alimento. Aclaro que siempre hay ediciones económicas y accesibles dando vueltas por ahí.

Por supuesto, para honrar la simbiosis, los escritores también deberíamos facilitarle la vida a los narradores orales, manteniendo canales abiertos de comunicación, sin poner trabas innecesarias producidas por el miedo o el desconocimiento, por la convicción literaria de que sólo el autor origina la única versión autorizada del relato o, sencillamente, por un ego demasiado inflado. Los narradores orales también deberíamos comportarnos como profesionales y tomarnos nuestro arte en serio, si queremos que esta disciplina que amamos sea respetada y no bastardeada. La jerarquización de una profesión (escritura o narración oral) se consigue a través de la conducta, de la praxis, de los actos responsables. Los escritores también tendríamos que contribuir a “alisar” los trámites que los contadores de cuentos profesionales hacen ante Argentores, con el tema de la autorización del autor, por ejemplo. En suma, interacción y dependencia mutua entre estos dos organismos palabreros, para beneficio de ambas partes.

La simbiosis es un resultado impuesto por la evolución. Desarrollarnos es llegar cada vez a más personas con nuestras historias. Mi postura está basada en la tarea en equipo, en una buena predisposición, apertura y generosidad mutuas, dentro del campo de la buena fe y de la responsabilidad. Después de todo, la vida no se hizo para combatir ni para dividir, sino para trabajar unidos.

(c) Gabriela Villano.

2007
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lunes, 20 de agosto de 2007

Cine cuentero 3: 300 (2006)

Películas que hacen referencia a los cuentacuentos o al arte de narrar.

300 es una película épica llena de efectos especiales, dirigida por Zack Snyder, que se estrenó en Argentina en 2007. Cuenta la historia de la batalla del Desfiladero de las Termópilas (480 AC), en la cual 300 espartanos encabezados por el rey Leonidas (Gerard Butler) detuvieron en una misión suicida a un ejército persa al mando del rey Jerjes, que los sobrepasaba en número y que intentaba invadir y conquistar Grecia.

Pero esta es una película llena de violencia gráfica, sangre y sexo, ¿no? Sí. Es un muestrario de hombres atractivos, con músculos tallados a puro gimnasio, vestidos sólo con taparrabos minúsculos de cuero. Exacto. Es un film racista, homoerótico y, ya que estamos, homofóbico, que hace una apología del machismo heterosexual. También. Es un ejemplo de “arte fascista”. Puede ser. ¿Entonces, qué está haciendo la reseña de una película así en esta sección?

Si esquivamos los charcos de sangre y las tripas, si no nos distraemos con tanta carne en exhibición (y con nuestras fantasías eróticas), podremos ver cómo un rey muy hábil envía de regreso a Esparta a uno de sus mejores guerreros, porque alguien tiene que quedar vivo para contar la historia de los 300. Este guerrero se llama Dilios (David Wenham). En las crónicas históricas tiene otro nombre, no es un invento de los guionistas de la película. Dilios acaba de quedar tuerto en batalla. El rey Leonidas no decide apartarlo por esta incapacidad o desventaja para el combate, sino porque Dilios, además de su destreza con la espada, tiene el don de la palabra y es lo suficientemente hábil como para no permitir que la realidad le arruine una buena historia. Esto posibilita la introducción de elementos fantásticos en la película y hace que nos preguntemos dónde terminan los hechos verídicos y dónde comienza la “mentira” en un relato.

Dilios regresa a Esparta y con sus dotes de buen cuentero y palabrero conmueve al consejo espartano con la historia de la valentía de los 300 y contribuye al envío de más tropas para hacer frente al invasor. Al final de la película, es muy interesante para un narrador oral notar el arrobamiento en el que cae la tosca audiencia de Dilios en vísperas de la batalla de Platea, otra vez contra los persas. Podemos apreciar cómo una historia bien contada inflama los corazones, eleva el espíritu e impulsa a salir a defender la libertad y la madre patria. Por supuesto, también es posible ver cómo un relato y un narrador oral se pueden utilizar para fines políticos, como propaganda y arenga a las tropas antes del combate. Definitivamente, la palabra es peligrosa. Hay que ver en qué manos cae.

Para terminar, rescato esa postura de no permitir que la realidad arruine una buena historia. Qué quieren que les diga, a mí, Dilios me cae simpático.


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Contame cómo los cuentos te cambiaron la vida

¿A quién no le pasó? Este es un rincón donde los visitantes del blog pueden compartir estas vivencias personales. Animate. Seguro que tenés algo valioso que contar.

Para romper el hielo, y dentro de lo que me permite mi sentido del pudor (una palabra que debería volver a ponerse de moda), les cuento mi experiencia, así otros se envalentonan y, entre todos, apreciamos, una vez más, cuán maravillosos e importantes son los cuentos.

Todos tenemos épocas difíciles en nuestras vidas por las que debemos atravesar, situaciones límites que enfrentar, tengamos ganas o no. No soy la excepción. En una de mis crisis existenciales (u oportunidad de crecimiento, para los chinos), en un período demasiado turbulento y caótico, descubrí el mundo de la narración oral y, a continuación, dos libros que me cambiaron la vida, sin exagerar: Psicoanálisis de los cuentos de hadas, de Bruno Bettelheim, y Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola Estés.

Estos libros y los cuentos que, a partir de ellos, descubrí con otros ojos me ayudaron más que tres años de terapia. Para no enfurecer a los psicólogos, debo admitir que, en mi proceso de sanación y recuperación, usé las herramientas de análisis, el método de observación de uno mismo y los recursos que aprendí en el diván. Lo que pasa es que la terapia tradicional y estándar que tenía a mi disposición era apenas una curita superficial que me ponían mis acompañantes terapéuticos sobre una herida profunda que llegaba hasta el hueso.

Para curarme, también aproveché lo que aprendí sobre psicología literaria en la cátedra de Literatura Inglesa en la universidad, aunque, en esa época, ni sospechaba para qué me iba a servir ese conocimiento más adelante.

Descubrí que los antiguos sanadores ofrecían un “cuento terapéutico” al “paciente” que los consultaba. Ese cuento contenía un determinado problema (problemática existencial, se diría ahora) y se le entregaba a la persona psíquicamente confundida y desorientada, para que meditara sobre él. El paciente, al observar la historia y mirarse a sí mismo, podía llegar a ver la naturaleza del conflicto que lo hacía sufrir y hallar una salida a la angustia e infelicidad. Y, encima, podía encontrarse a sí mismo.

Los cuentos no son una pavada.

Al escribir mis propios cuentos y contar relatos ajenos, he podido nombrar mis demonios privados, ponerles un nombre, para poder así amigarme con ellos (con la Sombra, como diría Jung). He sanado mis heridas con la medicina de los cuentos. He respetado y aprendido a querer mis cicatrices de batalla. He solucionado más o menos bien algunos traumas y dificultades personales de larga data (ojo, todavía estoy “en obra”). He encontrado una tribu de seres queridos, un clan cuentero con el que comparto momentos plenos y que me ha engrandecido y coloreado la existencia. Compartir historias con el otro me ha mejorado como ser humano (un poquito). Vivo mejor. Puedo ser ahora la persona que soñaba ser. Y todavía me falta un interesantísimo camino por recorrer.

Soy feliz.

Así fue cómo los cuentos me cambiaron la vida. ¿Y a vos?


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Cine cuentero 2: El gran pez (2003)

Películas que hacen referencia a los cuentacuentos o al arte de narrar.

El gran pez (Big Fish), dirigida por Tim Burton se estrenó en Argentina en 2004 y cuenta la historia de un padre moribundo, Edward Bloom (Albert Finney), muy dado a contar su vida como relatos maravillosos, exagerados y, por lo que sospecha su hijo (Billy Crudup), sin ningún asidero en la realidad. Uno de los temas de la película es la conflictiva relación padre-hijo y la pérdida del progenitor. Pero hay algo más que a nosotros los narradores orales nos va a encantar.

Edward Bloom, viajante de comercio común y corriente en su vida “real” en Alabama, tiene la costumbre de desplegar un catálogo de historias que nadie a su alrededor toma muy en serio. Los cuentos que se inventa este supuesto mitómano aparecen como flashbacks en la película, protagonizados por Ewan MacGregor como un joven Edward Bloom. Los espectadores, entonces, podemos disfrutar de relatos delirantes de lobizones, gigantes, brujas, hermanas siamesas, ladrones de bancos, ciudades escondidas, sirenas. Nunca se sabe si estas historias pasaron de verdad o son producto de una mente un poquito desquiciada y mal ajustada a la realidad. La película deja flotando esta incertidumbre y abre el debate.

Leí por ahí que el escritor Harlan Ellison sostiene que una mentira bien contada ilumina la verdad con mucha más claridad que un mero recitado de los hechos tal como sucedieron. Y esta película es una gran mentira. A los tejedores de historias les va a resultar muy interesante la escena del funeral del padre, cuando aparecen aquellos seres fabulosos y mitológicos (ya van a ver cómo) que sirvieron de base para modelar los relatos de Edward Bloom. En ese momento de la película, los espectadores podemos apreciar cómo un buen contador de cuentos toma hilachas de la realidad y las transforma en mentiras aladas e inolvidables, léase cuentos.

No es una película para una audiencia estándar. Muchos la encuentran difícil, confusa y sin sentido. Pero los que acostumbramos a inventar historias la vamos a disfrutar. Quién sabe, tal vez descubramos, como el hijo de Edward Bloom, que contar cuentos es lo que somos.


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Reflexiones: Adaptación de textos escritos para la oralidad

Receta para navegar por estas aguas a veces turbulentas, sin enfurecer al autor y, sobre todo, sin hacer sufrir al cuento. Límites y sugerencias para la labor del narrador oral.


Desearía compartir con ustedes la experiencia que he tenido como escritora al interactuar con narradores orales profesionales para la presentación en escena de mis libros de cuentos. (Debo admitir que me encanta trabajar en equipo.)

La labor de adaptación de un contador de cuentos sería similar, salvando las distancias, a una traducción de un texto de un idioma a otro; en este caso, para pasarlo del lenguaje escrito al oral, a través de la subjetividad y creatividad del narrador oral (¿les dije que el señor Perogrullo es familiar mío, no?).

Ahora bien, al entrar en este terreno resbaladizo en el que juega la subjetividad, técnica, práctica y creatividad del narrador oral, que se “apropia” por un rato de un texto ajeno para hacerlo vivir fugazmente en escena, ¿cuáles serían los límites del contador de cuentos al adaptar un texto a la oralidad? ¿Hasta dónde puede llegar la libertad de trabajo del narrador oral, sin caer en el libertinaje ni en un atropello al cuento?

Temas conflictivos, si los hay. Les voy a confiar una receta que, a mí, me ha dado buenos resultados.

Yo utilizo una “brújula” para orientarme en este mar incierto de la adaptación, que le presto a mis amigos narradores orales para navegar por mis relatos. Esta brújula es una frase de una antigua profesora mía de Literatura Inglesa de la Universidad del Salvador que, en el momento del análisis literario, me decía: “Vos me podés dar la interpretación del texto que se te ocurra, pero me la tenés que justificar con el propio texto. Si no, no vale.”

Creo que acá está el caracú de la cuestión: el texto, material básico de trabajo del escritor y del narrador oral.

Las mismas palabras del autor dentro del relato demuestran si la interpretación del lector o del narrador oral es correcta o no (el cuento es un universo cerrado con sus propias reglas, ése es el único campo de juegos válido). Este sería un buen principio para comprobar la validez o no de una interpretación subjetiva de un texto ajeno en el momento tan delicado de la adaptación, parte esencial e integral de la labor de un buen narrador oral. Si el mismo texto justifica, demuestra o comprueba la interpretación, entonces, eso que dice el otro (lector o contador de cuentos) es válido y corresponde. Porque las mismas palabras del autor, dentro del contexto (o patio de juegos) de ese cuento en particular, ofrecen la base sobre la cual se construye la interpretación del otro que, en tal caso, no es patológica, ni delirante ni descartable, porque halla su justificación en el mismo texto (es un círculo perfecto, sensato y coherente).

Más de una vez me ha pasado que he tenido que aceptar (de buenos modos, por supuesto) una interpretación de mis cuentos distinta de la que yo tengo como autora, porque el narrador oral, navegando con esta brújula, me tapó la boca con mis propias palabras. En tal caso, como escritora, no tengo derecho al pataleo, si no me gusta una interpretación hecha por otro de esta manera. Yo misma me puse la soga al cuello con mi elemento básico de trabajo: las palabras. Y al narrador oral no se le puede echar nada en cara. Jugó el juego de la adaptación (o sea, la traducción de un medio a otro) según las reglas. Y el que ganó fue el cuento, el único divo en todo esto.

No saben las interpretaciones interesantísimas, sorprendentes y bien fundamentadas que he descubierto al prestar esta brújula. Espero que les sirva. ¡Y que vivan los cuentos!

© Gabriela Villano. 2007.

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Cine cuentero 1: La camarera del Titanic (1997)

Películas que hacen referencia a los cuentacuentos o al arte de narrar.

La camarera del Titanic, dirigida por el español Bigas Luna, se estrenó en Argentina en 1999 y creo que todavía se puede conseguir en algún videoclub.

Cuenta la historia de Horty (Olivier Martinez), un operario que trabaja en una fundición, en un pueblo de Francia y que, un día, gana un certamen organizado por su patrón. El premio es un viaje a Inglaterra para ver la zarpada del Titanic. Horty, por las jugarretas del Destino, pasa la noche en un hotel inglés con Marie (Aitana Sánchez-Gijón), una camarera (léase mucama) que, al otro día, se embarca para trabajar a bordo del Titanic en su viaje inaugural (y definitivo).

Es muy interesante ver el regreso de Horty a su pueblo y a su esposa (sí, es un hombre casado, ¿qué esperaban?), porque en este momento de la historia, vemos cómo surge un narrador oral espontáneo. La escena de la primera contada de Horty en el bar del pueblo es imperdible. Y cada noche viene más y más gente a verlo contar, hasta que se transforma en un componente importante de su comunidad (contar historias ha sido, es y será es un lujo necesario).

En medio de relatos de amor trágico, mentiras, fantasías eróticas masculinas, romance, infidelidad y celos, podemos apreciar cómo un cuentacuentos se hace profesional y desarrolla sus habilidades que, hasta ese momento, no sabía que tenía (¿a alguien le suena conocida esta historia?). Horty deja su empleo estable en la fundición (más de un cuentacuentos se va a ver aquí reflejado). Comienza a viajar con su esposa y su representante artístico por los pueblos, contando historias y entreteniendo al público a la vera de los caminos y a la gorra, y después, en los teatros y cobrando entrada (¿ya se están identificando?). Es muy interesante ver cómo Horty evoluciona en su arte de narrar y los recursos escénicos que usa la compañía cuentera.

No les voy a contar el final de la película, no sería justo. Sólo les voy a decir que es una reflexión muy acertada de cómo, a veces, los seres humanos nos contamos un cuento para poder soportar mejor la realidad. ¿Qué es lo que recordamos y contamos? ¿Lo que realmente pasó? ¿O lo que a nosotros nos hubiera gustado que pasara?

Vean esta película, la van a disfrutar en más de un sentido.


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domingo, 19 de agosto de 2007

Reflexiones: ¿Querrá esta autora que otros narren sus cuentos?

Con estas reflexiones, no pretendo inventar el agua tibia, sino sumarme a la postura ya expresada por algunos escritores respetados, tales como Graciela Montes y Gustavo Roldán, entre otros. Me parece interesante señalar una tendencia, que vale la pena tener en cuenta y recordar de vez en cuando.

Como existe cierto código de conducta en el momento de realizar la adaptación de un texto a la oralidad, también hay pautas adecuadas de comportamiento y de trabajo cuando un cuentacuentos le pide permiso a un escritor para narrar oralmente su relato ante una audiencia. (Esto de pedir permiso es una gentileza que a mí, como autora, me encanta, y habla muy bien de la seriedad y profesionalismo del cuentero).

Cada vez que me consultan como autora, contesto lo siguiente: Si el narrador oral se relaciona con mis cuentos con respeto, buenas intenciones y sin silenciar la pluma, me veré inclinada a darle carta blanca para cualquier trabajo o juego que quiera hacer el contador de historias con mis textos. Mientras no se violente el código de ética de la narración oral (que todos deberíamos conocer), no hay ningún problema. El escritor le da libertad al narrador oral, como corresponde, lo cual implica una responsabilidad por parte del cuentacuentos, también como corresponde. Se trata de estar a la altura de las circunstancias, para no caer en arbitrariedades, en modificaciones del sentido o esencia del texto, en una falta de respeto al relato y hasta en una violación a la legislación vigente. Se trata de profesionalismo y amor al cuento, en suma.

Respecto del tema espinoso de la adaptación, plataforma de trabajo del cuentacuentos, les sugiero que vean otro artículo en este blog titulado Adaptación de textos escritos para la oralidad. Allí comparto una receta para navegar por estas aguas a veces turbulentas, sin enfurecer al autor y, sobre todo, sin hacer sufrir al cuento. Además, propongo límites y sugerencias, sobre la base de la experiencia que he tenido como escritora al trabajar con narradores orales para la presentación en escena de mis libros de cuentos.

Difundir la obra propia es un acto de fe, un salto al vacío sin red. Por eso, cuando se me acerca algún cuentacuentos con algún pedido, también ruego en secreto como lo hace Graciela Montes: “Que me toque un narrador buscador y tembloroso, y no un matón con tijeras.” Amén.

© Gabriela Villano. 2007


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El rincón del voluntario

Marcela Ganapol, cuentacuentos de AxA, con una de sus abuelitas favoritas.

AxA (Arte por Amor) es un grupo solidario de Buenos Aires creado por el dramaturgo Alfredo Megna en 2001. En sus comienzos, sus integrantes eran actores; sin embargo, con el tiempo, se fueron sumando todos aquellos (artistas o no) que tuvieran ganas de participar.

El grupo AxA presenta cuentos, poesías, música y, según cada lugar, talleres y espectáculos breves. Hasta hace poco, concurrían al Instituto de Rehabilitación Psicofísica ex Alpi, Hogar de Niños Adand, Hogar de Ancianos Nuevo Lucero (Capital Federal), Hogar de Ancianos Las Acacias (San Isidro) y a un pabellón de la cárcel de Marcos Paz (para jóvenes de 18/21 años).

En el momento de escribir estas líneas (agosto de 2007), por la falta de voluntarios con constancia a lo largo del tiempo, la actividad del grupo se centra únicamente en el Hogar de Ancianos Nuevo Lucero, en el barrio de Almagro de esta Capital. Y la verdad, es una lástima que nos falte gente, porque ustedes no saben lo lindo que es el grupo (yo participo) y el calorcito especial que uno siente en el alma cuando comparte algo (un rato, un cuento, una lectura, un abrazo) con el prójimo. Los abuelos esperan a los voluntarios con mucho afecto. Saben por adelantado qué día vamos a ir y, si llegamos a las cuatro de la tarde, preparan su corazón desde las tres, como el Zorro del Principito. Si alguno de los voluntarios no puede ir alguna vez, al mes siguiente nos preguntan qué nos pasó y si tuvimos algún problema, porque nos extrañaron.

La Comisión Coordinadora de AxA, formada por Lili Blanca, Cris Evans, Juan José Decuzzi, Corina Megna, Andrea Hanna, Eduardo Baldani y Susy Lew, organiza los encuentros y envía cuentos por correo electrónico a los miembros del grupo una semana antes de la fecha de cada convocatoria mensual. Pero si alguien quiere llevar su propio cuento bajo el brazo (adecuado a las circunstancias, audiencia y entorno), también es bienvenido, por supuesto.

No es imprescindible ser narrador oral o actor para participar. Sólo hay que tener ganas de compartir una hora por mes con quienes más lo necesitan. Las visitas se realizan los sábados a las 15:30 en invierno o a las 16 en verano. Cada grupo va un sábado por mes y no recibimos compensación ni subsidios de ninguna clase. Se trata de una tarea a pulmón (y corazón).

Dicen los miembros de AxA: “Sabemos que esta época es difícil para todos, cada vez cuesta más lograr la continuidad, pero tenemos tanto amor y ganas como para creer que, aún así, podemos continuar.”

Por favor, demuestren que esta gente no se equivoca. El que quiera o pueda sumarse a esta propuesta, sírvase escribir a:
arteporamor@yahoo.com.ar

Los van a esperar con el corazón y los brazos abiertos. Como los abuelos. Como yo.

sábado, 18 de agosto de 2007

Crónicas contables 2

De un Villano entrometido

HOY: Palabreros en Mataderos.

El sábado 4 de agosto, me fui hecha toda una cronista cuentera a ver un espectáculo de narración oral en un bar literario coquetón y agradable que se llama “Mi espacio” y que queda en Emilio Castro 6402, en el barrio de Mataderos (aunque algunos dicen que es Liniers). Era un día de mucho frío y viento, pero salí igual porque necesitaba una buena dosis de cuentos. Para los que no conocen esa zona, llena de manzanas triangulares, el bar está en una esquina, cruzando la calle hay una plazoleta y, enfrente, hay una iglesia (datos no menores, como verán más adelante).

En ese bar, narran a dúo Vivi García y Elisa Vázquez. Como ese sábado Vivi andaba de gira por el Gran País del Norte, Elisa contó con un narrador invitado: Juan José Decuzzi.

Nuestro querido JuanJo comenzó a contar su primer cuento a eso de las seis de la tarde, después de que Elisa le hubiera dado la palabra. Era un cuento de suspenso, sobre una mujer que, en medio de una tarde fría y ventosa (!) de Londres, cruzaba por una plaza (!) y veía que, en reloj de la iglesia cercana (!), daban las seis de la tarde (!). Ante tantas coincidencias, yo empecé a parar la oreja, a enderezar el radar, todo. Y les juro que lo que les voy a contar ahora, pasó de verdad.

No bien JuanJo terminó de decir esa parte del cuento, el reloj de la iglesia de enfrente comenzó a dar campanadas, una tras otra. JuanJo seguía con la historia de esa mujer, y no pude evitar preguntarme si el mecanismo del campanario de la iglesia se habría atascado, porque las campanadas no paraban. Entre tanto, JuanJo describía cómo la mujer entraba en una casona vacía, subía por la escalera hacia el primer piso, cada escalón al unísono con una campanada.¡Qué sincronización! ¡Qué buen uso de los recursos escénicos! ¡Bravo por el cuentacuentos!

JuanJo acumulaba la tensión y el suspenso del relato, mientras el reloj de la iglesia no paraba de sonar, para ponernos en clima. Por supuesto, de más está decir que nuestro cuentacuentos seguramente se habría puesto en combinación con el párroco o el cuasimodo de la iglesia, que no por nada se llama Tránsito de San José (!), para introducir ese efecto de sonido en un momento tan adecuado de la historia. ¿Cuántas horas de ensayo habrá invertido? ¡Qué profesional!

Por supuesto, cuando apareció el fantasma del cuento, se acabaron las campanadas y se hizo un silencio espectral, de cementerio. Muy atinado. Yo creo que, si en ese momento, alguien hubiera cerrado alguna puerta del bar de golpe, todos hubiéramos saltado en nuestros asientos. Qué manejo de los recursos escénicos y los climas. ¡Un lujo cuenteril!

Como verán, a los magos palabreros les pasan cosas raras, sobre todo en Mataderos.



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Reflexiones: Literatura y cocina

(Ponencia que pienso presentar en algún congreso de escritores)

LA COCINA DE LAS PALABRAS

Mi amor por la literatura comenzó cuando mi abuela me enseñó a cocinar. Sí, aunque parezca mentira o una combinación un poco rara: letras y comida.

En realidad, no es una mezcla tan estrafalaria como podría parecer a primera vista porque, en ambos casos, estamos hablando de alimentos imprescindibles, que nutren el cuerpo y también el alma y sin los cuales nos morimos de hambre, tanto física como espiritualmente.

Cuando yo era chiquita y estaba en el jardín de infantes, mi abuela, decía, me enseñó a cocinar. Creo que lo hizo, más que nada, para que yo me quedara quietita y sin hacer lío en algún lugar bajo su supervisión. Al principio yo era su asistente, como la Juanita de doña Petrona C. de Gandulfo (¡Uy, ya deschavé mi edad!). Mi abuela me daba tareas sencillas e inofensivas, nada que pusiera en peligro mi seguridad, hasta que, un buen día, se le ocurrió encarrilarme la vida: me hizo batir unas yemas con azúcar a punto letra y, después, para entretenerme, me enseñó a formar las vocales dentro del bols con el tenedor que chorreaba esa crema espesa y pringosa de color amarillo muy claro. Por eso se llama punto letra, porque hay que batir bien la mezcla hasta que se pueda escribir con ella. Así mi abuela me enseñó algunas letras, para verificar que la crema estuviera en su punto justo. Debo aclarar que la única educación que tuvo mi abuela fue haber hecho la primaria en una escuela rural, en un pueblito perdido de la provincia de La Pampa.

Ahora que soy grande, sigo cocinando, algunas veces en la cocina y otras frente a la computadora. Preparo comidas ricas y sencillas, y también historias picantes y entretenidas. A veces compongo cenas larguísimas, mejor dicho, relatos con varios capítulos; otras, minutas cuenteras rápidas. Todo depende del tiempo de cocción y de la cantidad de elementos que necesita la preparación para transformarse en un buen relato.

Escribir se parece mucho a cocinar, por lo menos en mi caso. De vez en cuando, voy de compras por la vida y termino juntando varios ingredientes en mi cabeza (cucharadas de vivencias, litros de aventuras, gramos de ternura, tazas de emoción). El secreto radica en saber elegir en las góndolas del supermercado de la vida. Dejo que los elementos se maceren en algún lado en mi interior, en lo posible tranquilos y sin cambios bruscos de temperatura, hasta que se forme una preparación homogénea. A veces, es necesario batir la historia enérgicamente; otras, sólo hay que dejarla leudar en algún rincón oscuro, sin molestarla demasiado, para no arruinar la masa. La cocción se da posteriormente, como parte natural del proceso de ebullición o de fermentación. Eso sí, hay que tener cuidado en no sacar el relato medio crudo antes de tiempo. Cuando ya está listo (y toda buena cocinera sabe cuándo, hay que tener buen ojo y práctica, nada más), lo desmoldo sobre cualquier superficie que tenga a mano en ese momento: un molde de papel o de procesador de texto, o una libreta coctelera sobre un colectivo en marcha.

Sin embargo, todavía no es el momento de llevar la historia a la mesa. Como las tortas recién sacadas del horno, los cuentos no se pueden desmoldar y presentar de inmediato al comensal. Es necesario dejarlos a un costado, para que reposen sobre las hornallas traseras de la cocina, tapados con el repasador de las semanas o, incluso, de los meses, así mejoran su sabor y textura. Luego, viene el momento de pulir y alisar la superficie, para que quede tersa; hacer los retoques que sean necesarios; cubrir el plato con la decoración justa, sin recargarlo y, al fin, presentar una obra bien hecha y cuidada con esmero, para nutrir el alma de aquellos a quienes entretengo con mis preparaciones y mezclas. Escribir y cocinar no son tareas para ansiosos.

Y como buena cocinera, me siento muy gratificada cuando mis lectores se devoran mis libros, sin poder controlarse, sin preocuparse por la balanza inflexible del mundo exterior y sin tener que rendirle cuentas a nadie por el atracón imaginario que se han dado. Le pasan el pancito a mis historias (en ocasiones, una sola lectura no es suficiente) y me comentan que les gustó y que les queda espacio para otro cuento más de tal o cual sabor. Poder alimentar así a la gente me llena de satisfacción. Tocar una sensibilidad ajena, hacer sentir algo a un extraño, echar a volar un pensamiento o una emoción es una recompensa para el alma que nos hace sentir a todos un poco más humanos a través de la palabra. Hay un calorcito muy lindo que se siente en medio del pecho, cuando una se saca el delantal y comparte humildemente su obra con otros. Es un trabajo que bien valió la pena.

Hace más de veinte años que ando cocinando historias y mezclando palabras, todo por culpa de mi abuela. Y sé que dondequiera que esté ahora, seguramente estará batiendo unas yemas a punto letra.

© Gabriela Villano. 2007.


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Crónicas contables 1

HOY: Aventuras de una escritora en la Feria del Libro de Buenos Aires.

A mí me resulta muy entretenido interactuar con el público lector. Me interesa escuchar sus comentarios y, con frecuencia, la gente me sorprende. En más de un sentido.

En la Feria del Libro de Buenos Aires de 2006, fui a promocionar mis bebés de papel en el stand de la editorial. Y ahí estaba yo, sentada detrás de una mesa, vestida como una escritora seria (ja!), con mis libros en exhibición, firmando ejemplares y charlando con el público y amigos que pasaban por ahí.

Les juro que lo que les voy a contar ahora pasó de verdad.
En un momento, se me acercó un señor que, al parecer, se confundió y me preguntó:
–¿Tiene libros de folklore?
Ahí nomás puse cara telúrica y le dije que, justo en ese momento, no. Y le di una tarjeta de Marta Millicay, que cuenta leyendas folklóricas muy lindo.
Al rato pasó una señora y me preguntó:
–¿Acá venden diccionarios inglés-castellano?
Así que puse mi mejor cara de five-o’clock tea, le cité una frase de Macbeth en su idioma original y, de paso, le di una tarjeta de Claudio Ledesma, que está aprendiendo inglés y que también cuenta muy lindo.
Tiempo después apareció un púber granujiento y mal vestido, que me preguntó:
–¿Dónde queda el stand de “Udeba”?
Ahí nomás puse cara de empleada de mostrador de informaciones (que, a estas alturas, ya me estaba saliendo muy bien), le di al pibe la dirección en Internet del Círculo de Cuentacuentos y le expliqué que ahí lo iban a informar muy bien.
Después apareció una señora muy elegante, que me preguntó con cierta urgencia:
–¿Dónde está la urna?
Como no estábamos en épocas de elecciones, supuse que la buena señora hacía referencia a una urna donde poner un cupón para un sorteo, no a la urna que contiene los restos de algún familiar. Digo, porque la gente anda muy enloquecida y uno puede esperar cualquier cosa en estos días. Así que puse cara de Sra. Poe y le di una tarjeta de Juan José Decuzzi, que cuenta cuentos de terror muy lindo a boca de urna. También le dije a la señora que, si buscaba una urna porque se le había muerto algún pariente, que aceptara la tarjeta de Betty Ferkel, que es abogada, hace sucesiones y, encima, también cuenta muy lindo.
Aprovecho para decirles que, si algún narrador oral quiere, que me den algunas de sus tarjetas profesionales, así las reparto cuando pueda. Un poco de publicidad extra nunca está de más.

Pero la Feria del Libro de 2007 fue aún mejor.
Otra vez estaba yo en el stand de la editorial promocionando mis bebés de papel, cuando se me acercó una viejita muy aseñorada, que empezó a rebuscar dentro de su cartera añeja, mientras me explicaba que la hija le había encargado un libro, por eso había venido al stand, para comprarlo personalmente.
¡No saben cómo me agrandé de la satisfacción! ¡Mis esfuerzos de promoción estaban dando resultado! ¡Ahora la gente encargaba mis libros a sus seres queridos! ¡Me sentí como un best-seller, como mínimo! ¡Qué alegría!
–¿Qué libro es, señora mía? –le dije con toda amabilidad mientras, sutilmente, le acercaba a manos llenas los ejemplares que tenía sobre el mostrador.
La ilusión me duró hasta que la viejita sacó el papelito muy dobladito con el encargo, lo desplegó y leyó:
–Tallas artísticas en madera.
Apenas tuve fuerzas para señalarle con el dedo a la empleada de la editorial que, seguramente, la iba a ayudar. Después, me derrumbé en mi asiento, enterré la cabeza entre los brazos, abatida.
Instantes después llegó un señor con paso firme y confiado. Daba la impresión de tener todo bajo control y de saber muy bien dónde estaba. Muy resuelto, me preguntó:
–¿La cautiva y El matadero son dos libros distintos?
Entonces, puse cara de Odol Pregunta y le contesté con todo desparpajo y aplomo:
–Sí, señor. Las dos son novelas cortas de Esteban Echeverría. Lo que pasa es que, para ahorrar costos de edición, por lo general, se publican juntas. Pase por el mostrador de ahí atrás, que lo van a atender. Gracias.
Por suerte nadie me preguntó por una edición ilustrada del Kamasutra. No sé lo que hubiera hecho en ese caso (a veces soy un poco salvaje).
Para terminar esta crónica verídica y risueña, debo admitir que Claudio Ledesma tiene razón: a mí siempre me pasan cosas extrañas. Cosas de cuentos.



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Mis antecedentes

Gabriela Villano (Buenos Aires, Argentina) es escritora y narradora oral, traductora e intérprete de inglés, becaria del Fondo Nacional de las Artes (Argentina, 2011). Se formó con los escritores Angélica Gorodischer y Alberto Laiseca, y con Alicia Zorrilla, miembro de la Academia Argentina de Letras. Estudió dramaturgia con Cecilia Propato. En el campo de la narración oral, se perfeccionó con Claudio Ledesma, Vivi García, José Víctor Martínez Gil e Irem Bekter, entre otros. Se entrenó en técnicas de clown con Nacho Rossetti (Los Kelonios) y magia con Federico Ludueña.

Narra cuentos para niños y adultos, en inglés y castellano, en bares literarios, centros culturales, escuelas primarias y secundarias, programas de radio y encuentros nacionales e internacionales de narración oral, como los de Buenos Aires, Uruguay, Córdoba, Cuba y Colombia, y en varias ediciones de la Feria del Libro de Buenos Aires. Publica cuentos y novelas desde hace 20 años en Argentina, Chile y España. Sus relatos fueron premiados en España, en 2007 y 2008 (http://loslibrosdelvillano.blogspot.com/).

Bibliografía publicada:

En la década de los ochenta, publicó relatos en las revistas argentinas de ciencia ficción y fantasía Vórtice, Potencial, Cuásar, Sinergia y Galileo, y en Nadir (Chile). Editó una novela de ciencia ficción, De ángeles y predicadores (1993) y, en otros géneros, dos cuentos en una antología del concurso literario organizado por la Editorial Guardacostas en 1997 y los libros Las aventuras del Globo Rojo (2005), El exterminador de cuentos (2006) y Las aventuras de la Globa Rosa (2009). Sus relatos premiados en España fueron publicados en los libros Polen para fecundar manantiales y La tinta veloz del ciempiés (Madrid-México. 2008).

Su ponencia El escritor y el narrador oral: ¿Relaciones peligrosas? obra desde noviembre de 2009 en el Centro de Documentación sobre Narración Oral de la Biblioteca del Centro Hispanoamericano de Cultura, en La Habana, Cuba, después de haber sido presentada en “Culturar Habana 2009”, encuentro internacional y multidisciplinario de arte y cultura. Dicha ponencia también se presentó en el espacio de reflexión sobre adaptación del texto literario, en el marco del 15.º Encuentro Internacional de Narración Oral de Buenos Aires en abril de 2010.

Premios:

Fue distinguida con un Premio Especial de Cuento Hiperbreve en el Concurso Internacional de Microficción “Garzón Céspedes 2007”, fallado en España.
Obtuvo un Premio Extraordinario de Cuento de Nunca Acabar en el Concurso Internacional de Microtextos “Garzón Céspedes 2008” (Madrid-México).

Se hace camino al andar:

En 2005, obtuvo el reconocimiento de la comuna de Anisacate, Córdoba, por haber contado en sus escuelas en el marco del Encuentro Internacional Cuento Palabra 2005. Desde ese año, participa en el Encuentro Internacional de Narración Oral que se realiza en la Feria del Libro de Buenos Aires. Narró en el Rincón de Cuentos de dicha Feria en 2006 y en 2008.

En 2007 perteneció al grupo solidario de artistas “Arte por Amor” y contó historias en hogares de niños y de ancianos e institutos de rehabilitación, para revalorar la vertiente terapéutica de la narración oral. Fue miembro de la Comisión de Cultura del Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires, donde generó proyectos relacionados con la Literatura y la Narración Oral. Diseñó y creó “Los cuentos del Villano”, blog interactivo sobre Literatura y Narración Oral (http://loscuentosdelvillano.blogspot.com/), que edita desde entonces.

En 2008 contó cuentos para niños y adultos en la Narratón por los museos de Olavarría, organizada por el Gobierno Municipal a través de la Subsecretaría de Cultura, Educación y Turismo, con el objetivo de revalorizar la historia oral como fuente de transmisión generacional. También participó en las Primeras Jornadas Nacionales de Narración Oral en la ciudad de La Plata. Coordinó dos ciclos mensuales en el bar “Cultural Cóndor Huasi” de Buenos Aires: “Vení a narrar o a leer tu cuento” (micrófono abierto destacado por la Revisa Ñ de Cultura, del diario Clarín) y “Cuentos D a 2” (narración oral para adultos con invitados). En 2008-2009 coordinó talleres de escritura de cuentos en el Centro Cultural de La Manzana de las Luces, que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación.

En 2009 participó del Primer Encuentro Nacional “De la Oralidad a la Lectura” en Montevideo, Uruguay; en el Encuentro de Narración Oral “Villacuento 2009”, en la Universidad Nacional de Villa María, Córdoba; y en “Culturar Habana 2009”, encuentro internacional y multidisciplinario de arte y cultura en La Habana, Cuba. Sus cuentos premiados en los Concursos Internacionales de Microficción “Garzón Céspedes” del 2007 y 2008 fueron incluidos en la Muestra Itinerante de Literatura “Contar con el mundo”, organizada por la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE) en el marco de la 18.º Muestra Libros en Olavarría, provincia de Buenos Aires. Asistió al curso “Cine y literatura”, sobre adaptación de obras literarias a la pantalla grande, dictado por el escritor Mario Méndez y organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

En 2010 coordinó un ciclo bimensual, “Cuentos D a 2” (narración oral para adultos con invitados), en el bar cultural “Chalmers Club” de Buenos Aires. Fue invitada a narrar en el Festival Internacional de Cuentacuentos de Buenos Aires “Te doy mi palabra” en septiembre y en el XXIV Encuentro de Contadores de Historias y Leyendas en Buga, Colombia, en noviembre de 2010.

En 2011 coordinó un ciclo bimensual, “Colectivo de Cuentos” (narración oral para adultos con invitados), en el bar cultural “Chalmers Club” de Buenos Aires. Ganó, junto con Raúl Cuevas y Juan Ignacio Jafella (“Las Cuevas del Villano Juan”), el Concurso de Becas Nacionales para Proyectos Grupales organizado por el Fondo Nacional de las Artes (FNA) (http://lascuevasdelvillanojuan.blogspot.com/), en virtud del cual este grupo de becarios fue a 17 escuelas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Conurbano Bonaerense a dar 30 funciones de cuentos, financiadas por el FNA, para un total aproximado de 5000 alumnos de nivel primario y secundario, pertenecientes a establecimientos educativos que carecían de recursos económicos propios para contratar narradores orales. En noviembre, durante la XXV Edición de las Jornadas Iberoamericanas de Narración Oral Escénica “Contar con La Habana 2011”, se presentó un libro de Francisco Garzón Céspedes (Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica –CIINOE) llamado Cómo contar oralmente y comunicarse mejor / El arte oral escénico de contar cuentos, en el que se incluye una extensa entrevista que Garzón Céspedes le concedió a Gabriela Villano en marzo de 2009.

Buenos Aires, diciembre de 2011.

Las aventuras del Globo Rojo

Gabriela Villano. 2005.

Trece andanzas de un globo romántico y heroico del barrio de Caballito que busca la felicidad por toda Buenos Aires. Cuentos de amor, suspenso, miedo, ternura y humor, que le permitirán jugar a ser un niño de primaria, a veces con la mirada de un adulto. Dicen los lectores: “¡Esto no es un volumen de cuentos, es un helado de chocolate! ¡Y no engorda!” Un libro desde el corazón, favorito de las abuelas para leérselo a los nietos (hay ciertas costumbres que nunca deberían pasar de moda).

Índice de cuentos:
El amor del Globo Rojo
La gesta de Sir Globus
Los piratas rojos
Investigaciones Globo Rojo
El mago rojo
Historia de un secuestro
El galán Globo Rojo
Los amigos del Globo Rojo
De cómo conocí al Globo Rojo
De cómo el Globo Rojo salvó al mundo
El payador Globo Rojo
El secreto del Globo Rojo
La globa rosa
Para más informaciones sobre este libro, visitá:

http://loslibrosdelvillano.blogspot.com

El exterminador de cuentos

Gabriela Villano. 2006.

Héroes de la mitología griega que viven aventuras remozadas en Floresta. Relatos delirantes que no se toman a nadie en serio. Cuentos de amores dolidos y confesiones íntimas. Historias tiernas que alisan el alma. Narraciones duras que revuelven un poco el estómago. Fantasías entretenidas e invenciones con un poco de violencia y terror. Un libro pura entraña, para adultos que desean cuentos de temática variada y que se animan a dejarse entretener y conmover.

Índice de relatos:
El exterminador de cuentos
El águila y el viento
El oso, la luna y la brisa
Antes de Eva fue Lilith
El ánfora de la señora Pandora
Medusa Gorgonzola
Superman enamorado (al fin)
Los chiches de Ofelia
Pasión de pajarones
El primer café juntos
Si sólo pudiera hacerte sonreír
Malentendidos
La mujer soldada
La ordenanza de 1264
El hombre de la arena
Los sesenta marineros turcos
Chicos torpes
La Sombra del Emperador
“El Tigre” Llanos
Merceditas en Bermudas
La danza del rey
Viejita piola
Los cuentos de mi infancia
De cómo esa nena se hizo escritora

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